tú y yo somos tres
Tiros, tetas, gintónic y sandía
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Ferran Monegal
Crítico de televisión
Ferran Monegal
FERRAN MONEGAL
No sabemos -no se han publicado datos ni encuestas- qué opinan las comunidades musulmanas de Ceuta, y por extensión también de Melilla, de la serie El Príncipe (Tele 5). Se sabe, eso sí, que en la España cristiana gusta mucho. Cosecha unos índices de audiencia espectaculares. Esta producción es un cóctel con dos ingredientes que los sabios de la televisión dicen que son irresistibles: sexo y acción. O sea, trepidantes combates policiales contra células yihadistas, con tiros, apuñalamientos, y kamikazes que se inmolan tapizados de explosivos..., y paralelamente tórridas escenas de cama con festival de tetas que se tuestan al Sol. En el capítulo de esta semana, por ejemplo, dos hermosas muchachas cristianas, amiguitas de la musulmana Fátima, se espatarran en la azotea, se quitan la parte superior del bikini, y mientras se van recalentando, toman gintónics con un método muy particular: para que no se note que le pegan al alcohol, inyectan el gintónic en una sandía con una jeringa. O sea, pillan un colocón tremebundo a base de tan inofensiva fruta. ¡Ahh! Que todo esto ocurra en Ceuta es lo de menos. La mayoría de paisajes ceutís son falsas incrustaciones cromáticas, y no descarto que esa alegre azotea llena de sugerentes sandías en realidad sea la terraza de algún ático, pongamos por caso de la calle Guzmán El Bueno de Madrid. Todo es muy inverosímil. La familia de Fátima, sin ir mas lejos, son unos musulmanes rarísimos. A veces mueven a la risa, a pesar de la tragedia que viven. Fátima circula con velo islámico por la calle, pero parece que esté paseando por el barrio de Salamanca, y que el atuendo sea una simple frivolidad, un posturimo de moda chic. La serie busca la verosimilitud confiando en la interpretación de José Coronado (el comisario Fran Marcos) y Álex González (el agente Javier Morey). Son buenos intérpretes. Desde luego, sin ellos esta serie ya estaría retirada de la circulación. Consiguen ambos suplir a duras penas las carencias que las tramas presentan. Nadie se cree, por ejemplo, que un yihadista con el cuerpo envuelto en cartuchos de dinamita explosione en mitad de la calle, rodeado de personas, algunas a menos de seis metros, y no se produzca prácticamente ni una víctima. Me parece que solo se muere el terrorista.
En la vida real, Ceuta -y Melilla- son noticia por otros motivos. En esta ficción no salen ni inmigrantes, ni vallas, ni concertinas.
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