Apuntes

Stephen Sondheim en seis canciones

JOSEP MARIA POU

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De vez en cuando la vida nos besa en la boca. Palabra de Serrat. A mí el beso me llegó esta semana en forma de programa de televisión. Stephen Sondheim en seis canciones (Six by Sondheim) es un beso de tornillo para los ya rendidos y un beso casto, con ganas de más, para quienes ahora le descubren. Sondheim, ante quien llevo más de 30 años poniéndome de rodillas con la sola mención de su nombre, se me apareció la noche del lunes y, una vez más, me dejó babeando (con perdón). El documental de la HBO estrenado hace un mes en Estados Unidos y que, con una diligencia que hay que agradecer, emite ahora Canal+ es una joya, digamos diamante, con varias caras a cual mejor tallada. Porque es biografía de Sondheim contada por él mismo (impactante la relación con su madre), pero es también clase magistral y concierto íntimo, todo al mismo tiempo. Dos personas del entorno de Sondheim, James Lapine, autor del libreto de varios de sus musicales, y Frank Rich, que fuera terrible crítico del New York Times, se han unido para retratar al maestro. Y lo hacen de manera soberbia, sirviéndose de seis canciones fundamentales en la obra del letrista y compositor, desde Something's coming de West Side Story a Opening doors de Merrily we roll along, pasando por  Being alive de CompanyI'm still here de Follies, cantada aquí por un joven roquero en lugar de la vieja dama para la que se escribió, Sunday de Sunday in the Park with George, y -last, but not leastSend in the clowns de A little night music, en íntima versión acompañada solo por guitarra.

Hay más, mucho más; pero prefiero pedirles que lo vean y dejar que se sorprendan. Véanlo. Mañana domingo, la próxima semana, o en cualquiera de los cuatro pases programados para febrero.

Maestro Sondheim, al que la ciudad de Barcelona tendrá que agradecer algún día la promoción que le viene haciendo. No solo con la canción Barcelona (del musical Company) que, según se cuenta en su biografía, empezó a escribir en el aeropuerto de El Prat, una tarde de larga espera entre el vuelo que le había traído de Nueva York y el que tenía que llevarle a Mallorca, donde pasaba largas temporadas en Pollença, sino también con sus comentarios. Hace unos años, en un encuentro fortuito en Londres, al conocer mi procedencia, me soltó entusiasmado: «Barcelona! Oh, my GodWhat a wonderful city, what a wonderful 'Sweeney'! Do you know Mario Gas?».