De Bárcenas a Panamá
Ignacio Escolar
Periodista
Dirige eldiario.es y es analista político. Fue fundador y primer director del periódico 'Público'. Comenzó su carrera periodística en 1995 colaborando en diarios como 'Cinco Días' o 'El Mundo' y revistas como 'Muy Interesante', 'Rolling Stone', 'GEO' o 'Quo'.
IGNACIO ESCOLAR
«¿Se gastan correctamente los fondos de las políticas de cohesión de la UE destinados a las carreteras?». Así se titula un importante informe del Tribunal de CuentasTribunal de Cuentas europeo que se publicó con poca gloria este verano y que estos días conviene repasar. El estudio compara el precio de 24 obras de nuevas autovías en España, Polonia, Grecia y Alemania: los países donde la UE ha invertido más dinero para mejorar las carreteras. El resultado es escandaloso: cada kilómetro de autovía española cuesta de media el doble -¡el doble!- que en Alemania. No es por culpa de la mano de obra: el salario medio alemán es un 33% superior al español. Tampoco es porque España sea un país más montañoso; el estudio descuenta el precio de los túneles y viaductos. ¿La razón de este despilfarro? El informe subraya una clave importante. «En España, la legislación contempla en 'circunstancias imprevistas' las modificaciones y ampliaciones del contrato». Según el Tribunal de Cuentas europeo, el imprevisto es aquí la norma y «ha podido representar una ventaja económica para los contratistas». Todas las obras españolas analizadas por la UE tuvieron varias ampliaciones del presupuesto -tres de media-, lo que provocó un sobrecoste de entre el 20% y el 30%, que pagó el contribuyente.
Con todo, las carreteras españolas que analizó Europa en este informe apenas se desviaron de precio si se comparan con otras infraestructuras más famosas. El presupuesto inicial para el soterramiento de la M-30 de Madrid fue de 1.700 millones de euros, después pasó a 3.500 y acabó costando más de 6.000: casi cuatro veces más. La terminal T-4 de Barajas pasó de 1.033 a 6.200 millones, cinco veces más. La ampliación del aeropuerto de El Prat duplicó su precio, de 1.471 millones a más de 3.000. El AVE entre Madrid y Barcelona costó un 31,4% más de lo previsto, 1.400 millones más. Y la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia pasó de 308 millones a 1.282, cuatro veces más.
Con estos precedentes, ¿a alguien le sorprende el comportamiento de Sacyr con las obras del canal de Panamá? La constructora española solo aplicó el protocolo habitual del sector: consigue el contrato y después ya negociarás la ampliación. Es más sencillo cargar sobrecostes que ganar el concurso. A diferencia de la adjudicación, el modificado no requiere de tantos protocolos administrativos; es un proceso arbitrario, que está menos fiscalizado y, por tanto, es un terreno fértil para la corrupción. No parece casualidad que tanto el presidente como el expresidente de Sacyr estén imputados por el caso Bárcenas en la Audiencia Nacional. Porque el dinero de los sobrecostes de las obras públicas ni se crea ni se destruye, solo cambia de bolsillo.
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