tú y yo somos tres
Semprún, láminas de vida
Ferran Monegal
Crítico de televisión
Ferran Monegal
FERRAN MONEGAL
Les reprocho el horario. Caía la última campanada de las 12 de la noche. Comenzaba la madrugada de ayer lunes. Y en La 2 de TVE nos sorprendieron de pronto emitiendo un extraordinario documental titulado Semprún sin Semprún. ¡Ah! Estamos en un país aquejado de alzhéimer colectivo. Las jóvenes generaciones -y muchas de las no tan jóvenes- saben perfectamente quién es Rosa Benito, Amador Mohedano o Kiko Rivera Paquirrín, por poner tres gloriosos nombres del sustrato cultural que nos caracteriza. Pero me temo que no saben quiénes fueron Jorge Semprún o Fernando Claudín. Si este documental lo hubieran dado en TVE-1, entendería el horario elegido. ¡Ah! Lo primero en La Primera es el entretenimiento, ergo la lucidez se posterga. Pero dándolo en La 2, cabía una hora más asequible. Más digna. Porque lo que se nos ha ofrecido, obra de la guionista, escritora y periodista Yolanda Villaluenga, ha sido magnífico. Fundamental para la supervivencia neuronal de una sociedad dividida en tres burbujas: los que no saben, los que no quieren saber y los pocos que, sabiendo, olvidan. El trabajo ha sido una labor de disección por capas. Semprún fue el hombre de los mil nombres clandestinos (Federico Sánchez, Larrea, Pajarito...), y esta técnica de exfoliación por las láminas que recubren su vida ha sido una valiosa rareza televisiva. De su internamiento en el campo de concentración de Buchenwald me quedo con una frase tremenda: «Lo más terrible, la promiscuidad. Ni un segundo de tu vida estaba protegido de la mirada de los demás». De su carácter, atrevido y retador, el recuerdo cariñoso de Natalia, viuda de Javier Pradera: «Cuando mi marido estaba en la cárcel, Semprún fue a verle. Se presentó en la cárcel franquista siendo el clandestino más buscado por la policía franquista». De su trayectoria vital, la pincelada admirativa del cantante Raimon: «¡Qué parábola! De clandestino en su país a ministro de Cultura de su país». Y del rompimiento con Carrillo y con el partido, su propia autocrítica: «Claudín y yo dijimos basta. No podíamos seguir prefiriendo la mentira dentro del partido a la verdad fuera del partido».
Conocí a Semprún en 1977. Le entrevisté para La Vanguardia (16 de octubre) cuando ganó el Premio Planeta. Le pregunté si su catarsis le había transformado en anticomunista. Respondió: «Anticomunista, no. Anti partido comunista, sí». Pagó duramente su adiós al carrillismo.
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