tú y yo somos tres
El síndrome del 'pijoaparte'
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Ferran Monegal
Crítico de televisión
Ferran Monegal
FERRAN MONEGAL
Dos instantes, extraordinarios, quisiera resaltar del encuentro de Albert Om y Jorge Javier Vázquez (El convidat, TV-3). Dos momentos luminosos, claves, que retratan perfectamente la evolución de Jorge Javier, ese fantástico tránsito existencial, desde su infancia y juventud en la humilde barriada de Sant Roc de Badalona, hasta su fabulosa situación actual. El primero ocurrió después de enseñarle a Om su fantástico chalet en una urbanización de lujo aledaña a Madrid. Después de bañarse en la piscina, de pasear por el jardín y de almorzar en el porche, pasaron a uno de los salones, a charlar en los sillones con la tele encendida, en plan acompañamiento. Om aprovechó para formularle una interesante batería de preguntas: «¿Te gusta lo que haces? ¿Has llegado alguna vez a casa y te has dicho: basta no quiero seguir haciendo eso? Yo no podría hacer lo que haces tú, no me sentiría bien». Y Jorge Javier las fue contestando entrecortadamente.
Comparó su trabajo con el del abogado que tiene que defender en un juicio a un cliente que sabe que está mintiendo («Llegará a su casa asqueado, ¿no?» dijo como ejemplo), y finalmente añadió: «Mira, yo no teorizo sobre mi trabajo, porque si lo hiciera me volvería loco». ¡Ah! Meditable momento. El otro instante ocurrió en Badalona, cuando recordaba su infancia y juventud en el barrio de Sant Roc. Tras repasar aquellos años llenos de incomprensiones y miserias de pronto surgió el tema del Premio Ondas. Dijo: «Cuando Francino y Barceló deciden no entregarme el Ondas, el sentimiento que me inundó fue el de que volvía a San Roque. Aquello fue como decirme ¿Pero tú qué te pensabas, que te íbamos a dejar salir del barrio?». Y aunque Om le advertía: «¡Eso no tuvo nada que ver con Sant Roc! ¡Francino y Barceló protestaban por tu forma de hacer televisión!», no consiguió apear del victimismo a Jorge Javier, que remató: «Mi familia en el metro hacia el Liceu, para entrar en un mundo mejor, ¡y esa gente se empeña en que no entremos!».
¡Ahh! Ha conseguido Om que el propio Vázquez nos muestre las estrategias que usa para seguir instalado en su fastuosa sobrevivencia. Primero: no pensar nunca en lo que hace en la tele. Segundo: abrazar el síndrome del pijoaparte como fórmula de autoconsuelo. Son ingeniosos mecanismos de subsistencia. Esta noche, en homenaje a Jorge Javier, regresaré a las Últimas tardes con Teresa de mi admirado Juan Marsé.
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