Tribuna

Sónar: valentía para reinventarse

FERRAN MASCARELL

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Primavera de 1992, aproximadamente. Tres jóvenes se presentan en mi despacho. Tienen la convicción de que las músicas hechas mediante las nuevas tecnologías tienen futuro. Piden apoyo para tirar adelante un festival de música electrónica. Hablan con convicción, inteligencia y entusiasmo. Suficiente como para que un seguidor de los Rolling Stones les haga caso. El instinto profesional me hace pensar que detrás de sus ideas hay un posible proyecto de éxito. Piden apoyo económico. Mi respuesta es un poco meticulosa: el apoyo económico será posible si la idea madura un poco. Les pido precisión en el nombre, en el subtítulo, en la misión, en el planteamiento económico y en el modelo de gestión.

Al cabo de dos o tres meses, el proyecto es preciso y potente. El festival será el Sónar. Versará sobre las músicas avanzadas. Lo desarrollará una empresa privada que buscará patrocinadores y apoyo público. La primera edición del Sónar, en 1994, es un éxito. Todo apunta a que estamos ante un festival con enormes potencialidades.

Junio del 2013. Veinte años más tarde, el Sónar se ha consolidado como una de las principales manifestaciones culturales del mundo. Es mucho más que un acontecimiento musical. Sobre el esqueleto musical se ha construido una manifestación cultural pluridisciplinaria, se ha convertido en un acontecimiento que une los ámbitos artísticos más creativos, las miradas más innovadoras, los soportes tecnológicos más actuales, la movilidad más avanzada y los núcleos de negocio más vanguardistas. Al frente de todo, las mismas tres personas que en 1992. Veinte años después, la base del éxito es la misma: una combinación de inteligencia, entusiasmo, convicción y capacidad de cooperación entreEnric Palau, Ricard RoblesySergi Caballero.

Ya no necesitan apoyo económico de las administraciones públicas. Necesitan complicidad. Son un activo de la ciudad y del país. Aportan cultura, puestos de trabajo, economía e internacionalización. Son una referencia cultural internacional. Son una plataforma que da oportunidades a miles de músicos. Son un foco de referencia estética para muchos jóvenes de alrededor del mundo.

Pasadas 20 ediciones me sigo preguntado cuál es la razón del éxito del Sónar. Estoy seguro de que la primera razón es el factor humano: la inteligencia de los tres directores. La segunda razón es su empatía con las corrientes sociales de fondo. Han sabido entender los cambios sociales que se producen por el mundo. Tercera razón: han sabido interaccionar perfectamente con Barcelona. Cuarta razón: se internacionalizaron cuando poca gente -incluso dentro del mundo empresarial- había entendido que este era el camino. Y quinta razón: han sido valientes. Valentía emprendedora. No han tenido miedo de arriesgarse.

Allá por el año 2000 afirmé que el Sónar sería el festival del siglo XXI. La tesis se ha confirmado: la gente del Sónar ha entendido como nadie cómo las nuevas formas de vivir están modificando el contrato entre sensibilidad, tecnología y emprendeduría.