Interdependencia y dimensión de los países

ANTONI SOY

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Hace poco dos destacados e influyentes profesores de una importante escuela de negocios del país nos ofrecían un artículo interesante sobre 'El reto de la interdependencia'. Es un artículo bien construido y argumentado con el que coincido totalmente en algunas cosas, parcialmente en otras y con el que tengo dos diferencias de fondo importantes: primera, ¿qué significa hoy una interdependencia real?; segunda, ¿es necesario pertenecer a un país de dimensión grande en el momento actual?

Primero las cosas con las que coincido. Estoy de acuerdo en que no es conveniente "magnificar las culpas y carencias ajenas" ni tampoco "sobrestimar las virtudes propias". Consiguientemente, dicen, "la culpa de nuestros males no es España". Bien, alguna responsabilidad tiene España en el insoportable déficit fiscal que sufrimos o en que todavía no se haya hecho el corredor mediterráneo mientras se hacían aeropuertos vacíos o tramos del AVE innecesarios. Aun así, creo que los principales culpables de esto somos los catalanes por haberlo permitido durante tantos años.

También coincido en que, a pesar de la crisis y las enormes dificultades que representa para las clases medias y bajas, "no es la hora de replegarse, sino de ampliar las mentes, las relaciones y los espacios de colaboración". Y, en este sentido, a todos los que no somos nacionalistas --pero que, sin embargo, sí que queremos un estado propio para Catalunya-- nos preocupan los "fenómenos de resurgimiento nacionalista", sobre todo si este se manifiesta con agresividad como el ministro Wert nos demuestra que tiende a hacer el nacionalismo español. También estoy de acuerdo en que "la independencia no resolvería de golpe déficits y problemas de la sociedad catalana y de sus instituciones", pero aun así tampoco tenemos la más mínima seguridad de que estos déficits y problemas se resuelvan si Catalunya continúa dentro de España. Más bien la experiencia de, como mínimo, estos últimos 35 años de democracia formal nos llevaría a la conclusión contraria.

Interdependencia e independencia

Vamos con las diferencias. Todo en la vida es interdependiente. Lo ha sido siempre y lo es todavía más ahora. Y las empresas y los países también lo son y lo serán. No creo que haya casi nadie que defienda otra cosa. Ahora bien, para que dos empresas sean interdependientes tienen que ser independientes una de la otra. Si no es así, no podrán ser interdependientes, sino que una será la filial de la otra o una división de la otra, porque es dependiente de la otra. Con los países pasa exactamente el mismo, para que puedan ser realmente interdependientes tienen que ser independientes uno del otro. Si no estamos hablando de otra cosa, que uno es una región o comunidad autónoma del otro y, por lo tanto, dependiente del otro en muchas de las decisiones importantes. Simplemente necesitamos y queremos ser tanto (o tanto poco) interdependientes con Europa y España como lo son Portugal o Suecia, por ejemplo. Ni más, ni menos.

En cuanto a la dimensión, no puedo compartir en absoluto que proyectos empresariales grandes, iniciativas y acontecimientos singulares o grandes infraestructuras se tengan que producir, necesariamente, en "Estados grandes y capaces (sic)" o en "espacios económicos y políticos extensos" o en "sociedades pobladas y de gran escala". Todas estas cosas pueden pasar en países grandes y en países pequeños, depende de muchas cosas.

Los pequeños países nórdicos

Los profesores autores del artículo conocen bien las obras de Kenichi Ohmae ('The Next Global Stage'), de Alberto Alesina y Enrico Spolaore ('The Size of Nations'), entre otros, donde se argumentan las ventajas relativas de la dimensión pequeña de los territorios porque estos puedan ser más productivos y más competitivos en el mundo actual.

En este mismo sentido, hace muy pocas semanas la revista 'The Economist' dedicaba su informe especial al porqué y cómo los pequeños países nórdicos -- todos ellos más pequeños en población que Catalunya, excepto Suecia que es algo mayor-- se han convertido en el modelo a seguir al menos por los países más avanzados. Son países que prácticamente no han sufrido la crisis europea actual, que tampoco han caído en las grandes desigualdades que se han producido en otros países, que ocupan los primeros lugares en la mayoría de indicadores que miden la buena salud de una sociedad, tanto los económicos --productividad, innovación-- como los sociales --desigualdades, corrupción--. Todo ello, lleva a la revista a concluir que los países nórdicos, que son pequeños, son probablemente los que están mejor gobernados en todo el mundo y que pueden servir de modelo para los otros países, grandes o pequeños, especialmente para los avanzados.