El deterioro de la política
La democracia secuestrada
La errónea percepción de que legislar corresponde al Gobierno y la oposición no tiene recursos parece realidad
RAFA MARTÍNEZ
Catedrático de Ciencia Política (UB).
He pasado los últimos días disfrutando de esa agradable tarea de los docentes que es corregir exámenes y, amén de que cada día se escribe peor y con más faltas, en dos de ellos aparecieron dos disparates de los que por sí solos implican un suspenso; pero que pasados los días me han hecho recapacitar. ¿Y si el equivocado soy yo y ambas afirmaciones son correctas?
El primer despropósito decía: «En un sistema parlamentario, el poder legislativo lo tiene el primer ministro». La democracia parlamentaria es, sin más, imposible bajo ese paradigma. Primero de todo necesitamos separación de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial); ello implica que nada ni nadie sea capaz de hacerse con la titularidad de más de uno de ellos porque implicaría una indeseable aproximación al uso absoluto del poder.
Acudiendo a mi ejemplo: ni el Parlamento puede ejecutar, ni el Gobierno legislar. Pero es que, además, el legislativo es el encargado de dar forma a la voluntad general. La ley es la expresión de la voluntad general, proclamaba la revolucionaria Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano. Esa voluntad no es la de la mayoría -que suele ser siempre el error repetido-,
sino la que se alcance mediante el juego democrático de adicionar voluntades individuales. El principio de mayoría es un instrumento, un procedimiento; pero no es la democracia. La democracia, ya decía Aristóteles, es el gobierno de la mayoría con respeto de la minoría. Y respetar no es dar los buenos días, sino explicar tus argumentos, escuchar los del oponente y tratar de encontrar una postura colectiva. Para no eternizarnos en las discusiones y ganar en operatividad se estableció que, una vez expuestos y discutidos los argumentos de todos y pasado el tiempo prudencial que permita los entendimientos, se tomará la decisión final, esa que llamaremos voluntad general -ley-, con una votación. Y en esa votación, la opción que alcance la mayoría será la considerada común. Pero toda esa votación y triunfo de la mayoría carece de espíritu democrático si antes no ha habido respeto a las minorías; es decir, explicaciones y diálogo. Lo democrático no es votar.
Cuando mi alumno puso lo que puso yo me enfadé, porque todo lo que acabo de explicar no dejó en él un triste poso; pero no dejaba de ser un examen. ¿Qué hacer cuando tu Gobierno y tu Parlamento, por mor de una mayoría absoluta, no explican, no escuchan y, para ahorrarse hasta los plazos procedimentales, legislan por decreto ley? ¿Qué hacer cuando la burrada de tu alumno es tu vida política cotidiana? Pues pensar que la democracia está secuestrada.
El segundo supuesto disparate rezaba: «La oposición política no posee el mecanismo de censura porque ese se ejerce desde el Parlamento». El Parlamento es el encargado de articular el Gobierno, y ese simple hecho lo divide en uno o más grupos que respaldan la actividad del Gobierno y en uno o varios que se oponen y plantean alternativas a sus políticas. Dado que el Gobierno nace de la confianza parlamentaria, tiene la obligación de acudir al Parlamento, siempre que sea requerido, a dar las explicaciones pertinentes -explicarse es democrático- y a someterse al control que allí se determine; pudiendo incluso serle retirada la confianza, siendo censurado por su actividad y dejando de ser Gobierno. En esta tarea, en buena lógica, llevan el peso principal el o los grupos que son contrarios al Gobierno, la oposición. A ella le corresponde replicar a los argumentos de la mayoría, presentar alternativas a las medidas del Gobierno y propugnar cuantas medidas de control estime oportunas para controlar que el Gobierno no escape, en modo alguno, a los mandatos parlamentarios. Pero, claro, si la oposición no ejerce su tarea y parece que estuviese aletargada -o aún peor, de vacaciones- y son los ciudadanos, desde fuera del Parlamento, los que tienen que desempeñar ese marcaje al Gobierno¿ igual tiene razón mi alumna y la sociedad, aunque ejerza como oposición al Gobierno, no tiene moción de censura.
Si la democracia está secuestrada y los que deberían evitar ese secuestro están de vacaciones, ¿qué hacemos? Se habla mucho de regeneración democrática y de que ahora es el momento de una profunda reforma. Pero si no hace falta tanto, si basta con volver al origen y, queriendo ser una democracia, actuar como tal. Volver al diálogo, a escuchar al oponente, a pactar con él, a trabajar por el interés colectivo, a ser un servidor público¿ No sé, estoy empezando a perder la ilusión y puede que no sea insensato marcharse. El último que apague la luz, si para entonces no la han cortado.
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