Gente corriente

Joan Dausà: «Gala se sentó de un salto sobre el mostrador»

«Gala se sentó de un salto sobre el mostrador»_MEDIA_3

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GEMMA TRAMULLAS

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Corría el año 1972 y Gala tenía que acudir a una recepción con autoridades en Alemania. Podía haber escogido algún modelo de Dior o Chanel de su guardarropa, pero en lugar de eso se dirigió a un sastre de Cassà de la Selva, cerca de su residencia en Púbol, para que le hiciera un traje. Cuarenta años después de aquella visita, la tienda de aquel sastre, Confeccions Dausà, sigue abierta.

-Sería todo un impacto cuando Gala entró en el pueblo.

-Llegó con uno de aquellos cochazos americanos con chófer y aparcó en una plaza, a pocos metros de la sastrería. Pero esto me lo contó luego mi mujer, porque yo no la vi llegar.

-¿Dónde estaba?

-Arriba, trabajando, porque el taller lo teníamos encima de la sastrería. Cuando me necesitaban, mi mujer tocaba un timbre y yo bajaba, pero aquel día subió corriendo para decirme que me esperaba Gala. «Au, ves a fer punyetes!», le solté.

-No se lo creyó.

-No.

-Pero bajó y allí estaba ella.

-Cuando me vio, se sentó de un salto sobre el mostrador, cruzó las piernas y me explicó lo que quería. Tenía una rapidez, una agilidad y una energía que no eran propios de una mujer de 77 o 78 años.

-¿Era como se la imaginaba?

-Yo no la hubiera conocido, porque soy muy despistado. Recuerdo que cuando la vi pensé: «Ai coi, la hubiera confundido con una gitana». Vestía diferente. Llevaba una falda muy larga y calzabaespardenyes de betes.

-Quiere decir que tenía un estilo hippie, bohemio.

-Su aspecto me defraudó un poco.

-¿Cómo llegó Gala a su sastrería?

-Eso mismo le pregunté yo. «¡Y a usted qué le importa! ». Así mismo me contestó.

-Vaya, era simpática.

-Era seca y mandona. Tenías que hacer exactamente lo que ella quería. Un día le dije en broma que me pagara con un cuadro de Dalí: «Todo lo que tiene aquí no vale ni la mitad de un cuadro», me contestó muy seria.

-Quizá con Dalí era más agradable.

-Lo dudo. Tendría que haber cambiado mucho, o así lo veía yo.

-¿Ella le hablaba en catalán?

-Sí, Gala hablaba un catalán perfecto. Hacía mucho que vivía por aquí, desde los años 30.

-¿Qué tipo de vestido le pidió?

-El primer día vino sola y me preguntó si podía hacerle un traje, que ella misma me traería la tela. Luego volvió acompañada de un chico joven, que no llegaría a los 30 años, al que le hice también un par de trajes. El chico jamás habló. Ella mandaba en todo.

-¿Cómo quería Gala su traje?

-Quería un traje de chaqueta sastre de color granate, clásico pero con algunos detalles, como un cuello amplio y redondo y una falda un poco acampanada. «¿Cuándo vuelvo para probar?», me preguntó. Y yo, que tenía mucha curiosidad por conocer a Dalí, le dije: «Ya iré yo a probárselo».

-Así fue cómo pudo entrar en Púbol y en la casa del pintor en Portlligat.

-A Portlligat me llevé a mis padres, porque les hacía mucha ilusión. Nos hicieron pasar a una sala empapelada de retratos y, cuando Gala nos vio, exclamó: «¡A ver si me va a traer a toda la familia!».

-Normal.

-Mientras le probaba el traje, no paraban de entregarle tarjetas de gente que quería ver a Dalí y ella decidía quién entraba y quién no. Entonces le vi entrar en la sala donde esperaban mis padres. Llevaba un gorro puntiagudo, como de mago, y una capa. «¿Es a ustedes a quien debo recibir?», dijo hablando de aquella manera suya tan teatral. Mis padres se encogieron de hombros. «¿Ah no? Bueno...». Y volvió a hablar normal.

-¿Vio otra vez a Gala después de hacerle el traje?

-No. Enfermó y no volvió a la tienda.

-¿Quién le hablaría de su sastrería?

-Dedujimos que su chófer conocería a los americanos que trabajaban en Radio Liberty. Yo les hacía los uniformes y a lo mejor ellos le hablaron de mí. Pero solo es una deducción.

-¿Cosía para la radio anticomunista que emitía desde la playa de Pals?

-Sí, durante 20 años. Y también hacía sotanas, trajes de novia, de todo. Mi padre abrió la sastrería en 1927. Teníamos clientes del pueblo y de las afueras y también me desplazaba a las masías con midos caballos.

-Su oficio se pierde, señor Dausà.

-Mi oficio ya está perdido.