Gente corriente
José Barajas: «Éramos esclavos y nada más»
Sobreviviente. Perdió la guerra y sufrió casi tres años de trabajos forzados en batallones disciplinarios.
Olga Merino
Periodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
Olga Merino
Miles de presos y «desafectos» al régimen fueron obligados a trabajar en la reconstrucción de infraestructuras que habían quedado destrozadas durante la guerra; también levantaron el Valle de los Caídos. José Barajas (Huelma, Jaén, 1916) penó en batallones disciplinarios. Emigró a Catalunya en los años 50.
-Antes de la guerra, militaba en las Juventudes Socialistas y me iba a los mítines en burro. Con 15 años me metieron preso una semana porque me pillaron repartiendo pasquines para la huelga. Queríamos las ocho horas.
-Estalla la guerra, 1936.
-Tenía 20 años y me alisté voluntario para defender a la República, que era el Gobierno legal. Los otros fueron los que dieron el golpe de Estado. Me mandaron al frente, a Toledo.
-Y perdieron.
-Regresé al pueblo, pero pronto los de Falange pillaron a los de mi quinta. Me pusieron un gorro con la puñeteraDde desafecto y me mandaron al Batallón Disciplinario de Soldados Trabajadores número 6. Éramos esclavos y nada más. Vaya nombre tan falso le pusieron a lo que fueron campos de trabajos forzados destinados a matarnos.
-De agotamiento y hambre.
-Un tazón de sopa aguada con siete garbanzos como mucho. Eso comíamos hasta el día siguiente. El alférez y el cabo se vendían en el pueblo la comida del batallón. Cuando íbamos a trabajar, en fila, cogíamos hierbas y hojas de remolacha… A un compañero lo castigaron.
-¿Por qué?
-Se escapó a comprar una hogaza de pan. Le dieron una paliza y al día siguiente le colgaron una piedra de diez kilos a la espalda, atada con alambres. Se la hundieron en la carne.
-Estaban en el norte, ¿verdad?
-En Navarra. Construimos el tramo de carretera que unía Igal con el valle del Roncal; querían hacer una carretera que atravesara los Pirineos, desde Girona hasta Irún. Luego nos mandaron a Lesaka.
Durante la charla, los nietos de José, David Lora y su compañera, Mari Carmen López, le ayudan a rebuscar en una memoria que ya tiene 95 años. «Yayo, háblele del frío que pasaban».
-Caían unas heladas terribles. Dormíamos en barracones que no cerraban bien. El de la litera de arriba daba con el techo, que era de uralita, y se moría de frío. A mí me tocó dormir abajo, y la ropa que podía se la echaba al compañero de arriba.
(Los nietos son miembros de la Associació per a la Memòria Històrica i Democràtica del Baix Llobregat. «Yayo, cuéntele lo de aquel compañero que se suicidó»).
-Eso pasó en Cádiz, en Punta Paloma, adonde nos mandaron después a hacer fortines para las ametralladoras y cañones… Era un chaval de Bilbao que en un descuido se metió en la chabola de los escoltas, cogió un fusil y se pegó un tiro. No pudo aguantar más.
-Cuando regresó al pueblo, ¿lo miraban mal por rojo?
-No, no se metieron conmigo. Pero fueron tiempos muy difíciles.
-Me lo figuro.
-Me quedaba un trozo de tierra y lo vendí para pagar el traspaso de una tienda de ultramarinos. Mal negocio en la posguerra.
-Ya.
-Tuve que cerrar porque había mucha hambre y todo el mundo compraba de fiado. «Pepe, si no me das un puñado de arroz, hoy no comen mis hijos». Y yo se lo daba porque no habría podido dormir.
-José, ¿guarda rencor?
-Hombre, cuando pienso en todas las perrerías que me hicieron, me entra una cosilla… El hambre y las palizas no se olvidan.
-¿Le parece bien reivindicar la memoria histórica?
-Yo no quiero olvidar. Me parece bien que la juventud sepa lo que hubo. ¡Lo que luchamos nosotros para que hubiera una democracia! Ahora un Gobierno dura cuatro años y, si no gusta, fuera, que venga otro.
-Hay quien dice que son ganas de remover el pasado.
-Mi mujer, Elena, se discutió con un hombre porque le dijo que lo que queríamos era que se liase otra vez una guerra. ¡Mentira! Solo quiero que se sepa lo que hicieron. Se tuvo que callar durante mucho tiempo.
-¿Y el Valle de los Caídos?
-Que dejen a Franco donde está. Debajo de la losa.
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