Gente corriente

Károly Morvay: «Hay muchos motivos para ser catalanista»

Húngaro con acento catalán. Es uno de los pocos europeos que aprendió la lengua en pleno franquismo.

Károly Morvay

Károly Morvay

GEMMA TRAMULLAS

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Hace 40 años, en pleno franquismo, se iniciaron las clases de catalán en la universidad Eötvös Loránd de Budapest (Hungría), uno de los pocos lugares del mundo donde podía estudiarse la lengua. Seis alumnos se apuntaron en aquel primer grupo, entre ellos Károly Morvay. Con motivo del 40º aniversario de los estudios de catalanística en Budapest, este profesor que ahora vive en Elna, al otro lado de los Pirineos, relata cómo el catalán terminó introduciéndose en su ADN familiar.

-¿Károly equivale a Carles?

-Sí. Aquí en la Catalunya del Nord todo el mundo, la familia y los amigos, me llama Carles. Ya estoy acostumbrado. Según la lengua que estudiaba me llamaban Karlo, Karol, Karlos, Carlos, Carles... Últimamente, para los íntimos firmo: Karles.

-Ahora el catalán se estudia en 160 universidades de todo el mundo, pero en 1971 ustedes fueron pioneros.

-Hace 40 años estudiar catalán era algo bastante excepcional y solo se podía hacer en alguna universidad de Inglaterra, Alemania, Francia y Estados Unidos, si no me equivoco. En la universidad de Perpinyà, los cursos de catalán empezaron diez años más tarde que en Budapest.

-¿Qué le interesaba del catalán?

-Cuando estudias cualquier lengua románica te hablan de Ramon Llull y de Ausiàs March, que son autores que pertenecen a la cultura universal. Yo había estudiado lingüística hispánica y polaca y en aquella época quería estudiar una lengua distinta cada año, así que sin dudarlo me apunté al primer grupo de catalán con el profesor Kálmán Faluba.

-En pleno franquismo, ¿cómo seguían la actualidad catalana?

-Escuchando la radio y conferencias de personalidades como Josep Maria Castellet, que viajaron clandestinamente a Hungría. No era fácil, porque no había relaciones diplomáticas. Castellet viajó hasta Viena con su pasaporte y luego cruzó a Hungría con un documento falso.

-Y usted, ¿cuándo viajó por primera vez a Catalunya?

-En 1973. En aquella fecha aún teníamos que presentarnos a la policía. Los catalanes se quedaban impresionados al escuchar a un húngaro hablar catalán, mientras que otros que llevaban 20 años aquí no lo hablaban. Nos trataban como reyes.

-A partir de entonces, vino mucho más a menudo.

-En los 80 vine muchas veces porque con el profesor Faluba preparábamos los diccionarios catalán-húngaro y húngaro-catalán. Fue una tarea que nos llevó 10 años. El primer volumen se editó en 1990, mucho antes que otras lenguas mayoritarias.

-Con Faluba también escribieron varias guías de conversación.

-En 1991 editamos en Budapest una guía de conversación húngaro-castellano-catalán. El material reducido de esta guía lo compró La Magrana y con motivo de los Juegos Olímpicos de Barcelona se editaron dos versiones trilingües: inglés-catalán-español y francés-catalán-español. La Generalitat regalaba nuestras guías a los periodistas extranjeros y así fue como dos húngaros terminamos siendo los autores de las guías de conversación oficial de los Juegos. Hace tres años, también escribí una gramática vasca en húngaro.

-¡Quién le iba a decir en 1971 que el catalán se colaría en el ADN familiar!

-No me imaginaba viviendo fuera de Hungría, pero conocí a mi mujer, una catalana del Rosselló, y ahora vivimos en Elna y tenemos una nieta preciosa de 13 meses.

-¿En qué lengua le habla a su nieta?

-Su madre le habla en catalán, su padre en francés y yo un poquito en húngaro. Espero que mi nieta aprenda muchas lenguas porque no sé qué voy a hacer con todos los libros que tengo en tantos idiomas.

-¿Cuántos idiomas habla?

-Hay una diferencia entre hablarlos y estudiarlos. Al margen del húngaro materno, hablo polaco, portugués, castellano, catalán, francés y, a un nivel menos fluido, vasco. También he estudiado ruso, gallego, finlandés, búlgaro, croata y georgiano.

-¿Se puede ser catalanófilo sin ser catalanista?

-Supongo que sí, pero es difícil si vives, como yo, en la Catalunya llamada francesa, la Catalunya del Nord, por el maltrato diario que sufre aquí la lengua. En el 2006, en Bruselas, tuve un enfrentamiento con el eurodiputado Vidal-Quadras. Le dije que en Francia se estaba cometiendo un genocidio lingüístico y él me gritó que era un «desgraciado», que no sabía lo que era un genocidio. No se dio cuenta de que había periodistas grabándole y quedó retratado. Hay muchos motivos para ser catalanista.