'Atlantis', último vuelo

El viaje que hoy emprenderá el transbordadorAtlantisrumbo a la Estación Espacial Internacional (EEI) será el último de esta clase de naves, que entraron en servicio hace 30 años. El coste de cada expedición, el impacto del accidente del 2003, que reveló deficiencias estructurales y la necesidad de poner al día la tecnología de las lanzaderas, y los recortes presupuestarios de la NASA han determinado el final de la primera generación de ingenios espaciales tripulados reutilizables. En plena crisis económica era poco menos que imposible para la Administración del presidente Barack Obama pensar en la adjudicación de nuevos fondos para poner al día un programa que en 35 años ha costado 200.000 millones de euros, aunque no hacerlo signifique, como es el caso, confiar a las naves rusas Soyuz el futuro de la EEI.

Pero lo que en realidad importa es saber si en el futuro el viaje a las estrellas será un gran negocio en manos privadas, que venderán a entidades como la NASA y la Agencia Espacial Europea proyectos propios, o si, por el contrario, la exploración espacial seguirá siendo un desafío que afrontará la comunidad internacional a través de los estados. La incógnita a despejar es trascendental porque, unida a ella, queda otra por atender: ¿hasta qué punto los programas militares asociados a la carrera espacial pueden escapar al control de los gobiernos? No es ciencia ficción, sino un riesgo implícito a la sociedad tecnológica.