Marionetas

Ahora que la resaca de los cuatro partidos entre el Real Madrid y el Barça empieza a apaciguarse, no deja de ser instructivo contemplarnos con cierta distancia y reflexionar sobre lo que somos y en lo que podemos convertirnos por algo, a priori y objetivamente, tan insignificante como un balón. Un solo hombre, ni forjado ni siquiera comprometido a lo largo de su carrera profesional con ninguno de los dos colores que se han enfrentado estos días, ha sabido remover las emociones de ambas aficiones y convertir a miles de personas en personajes de su ficción. Un cuento con víctimas, verdugos y un mesías, él mismo.

Si alzamos la mirada y la despegamos del césped y el balón, si nos dedicamos a contemplar simplemente los sentimientos, encontraremos el germen de aquello que ha removido -nunca para bien- la historia de nuestra obstinada humanidad: la fragilidad colectiva; la inmensa capacidad de caer en la provocación hasta enloquecer; la irresistible atracción del tránsito por los extremos; la sectaria facilidad con que nos sentimos parte de unos y perdemos la capacidad de escuchar y comprender a los otros…

Por fortuna, el teatro de Mouri-nho solo hace correr ríos de tinta, pero demuestra lo fácil que es cegarse con una función colectiva, saltar al escenario y convertirse en un personaje. Héroe o villano, según la mano que rige la representación. Todo está en nuestro interior.