Dos miradas

Elogio de Mercè

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Esta es una historia sencilla. Una mujer mayor vive sola en una casa de campo de paredes ennegrecidas y gatos que circulan por todas partes con aire displicente. Tiene un cazo en la cocina económica donde se calienta la leche. A una hora temprana está en la cama y se levanta antes del alba. Toda la vida se ha acostado pronto y se ha lavado la cara antes del amanecer. Convive con el recuerdo de las pérdidas y con la presencia constante del dolor por una vida que no ha sido regalada. En la casa, nada, una habitación que hace las veces de comedor, siempre a oscuras o con aquella luz tenue de casa rural, una sola y débil bombilla. Y una habitación discreta y fría donde duerme. Alrededor, un prado, con un R-4 escacharrado que las gallinas han convertido en vivienda. Al fondo, un valle lozano, con una montaña imponente.Mercèviste siempre una bata y unas alpargatas Pirelli. Y sonríe, y regala galletas a los niños que pasan unos días en una casa vecina, y los arrulla y desprende una poderosa luz tranquila y plácida. Una tarde se pierde en el bosque y tardan más de un día en encontrarla. Desorientada y temblando, aún tiene fuerzas para agradecer el esfuerzo de quien la ha salvado. Y un punto de coquetería y de vergüenza, porque las circunstancias, es obvio, no la favorecen. Hace unos días,Mercèmurió. Se lleva, con la muerte, una vieja dignidad, una forma dulce de afrontar la vida, una bondad débil y constante como la bombilla del comedor.