El turno

Hace falta más respeto institucional

JOSEP-MARIA TERRICABRAS

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En los últimos días se han escuchado elogios encendidos sobre la normalidad con la que se ha llevado a cabo el relevo en el Govern. Me alegro de que haya sido así, pero me sorprenden los elogios. No me parece que haya que elogiar lo que es normal. Y, en una democracia, es normal aceptar la victoria o la derrota electoral, y realizar el relevo con normalidad. (Recuerdo la magnífica imagen de los operarios sacando por la puerta trasera el piano deEdward Heathen el mismo momento en el que el primer ministro británico presentaba su renuncia a la reina. En Inglaterra, esas cosas, además de ser normales, son rápidas.)

¿Por qué, pues, tantas alegrías por el modo que se ha seguido en el relevo del Govern en Catalunya? ¿Acaso esas cosas todavía nos sorprenden? No hay que olvidar, por ejemplo, que la oposición llegaba a aceptarle aPasqual Maragallque fuerapresidentde la Generalitat, pero le negaba que se considerarapresidentde Catalunya. Y recordemos la gran cantidad de veces que elpresidentMontilla-ahora tan protegido y saludado por parte de todos- era expresamente, intencionadamente, llamado «señorMontilla» en pleno Parlament. Es muy cierto que siempre te tratan mejor cuando te vas -y cuando has muerto, mejor aún-, pero es una lástima que sea así.

Es en el trato diario cuando hay que evitar el sectarismo. La transversalidad más importante es la que procede de la buena educación y del respeto. Con todos y con todo el mundo. Por todas partes. Este es un país en el que tanto los grupos dirigentes como los ciudadanos tenemos un gran déficit de respeto institucional. Quizá por ello nos sorprende que, de golpe y porrazo -y al menos durante un rato-, las cosas se hagan bien. Sí, ahora todos las han hecho bien, pero esto no era tan difícil, no había otro remedio.

El prestigio de la política también depende de la buena educación política. Esta es una práctica estrictamente democrática.