Un año

Los hay que recuerdan el 27 de enero no porque sea el día de la muerte de Salinger, sino porque cenaron con una persona que empezaban a querer. Los hay que tienen presente el día de la nevada porque la tarde del 8 de marzo, sin moverse de casa, divisaron un futuro posible más allá de aquella fría y gris jornada. Hay dos que acudieron a la manifestación del 10 de julio y tienen apuntada la fecha porque fue el primer día que se besaron y comprobaron que el mundo puede ser un espacio lleno de gente con una burbuja que contiene su intimidad y la protege. Los hay que evocan la primera filtración de Wikileaks porque coincidió con una mañana en la que él tocó la rodilla en un café. Los hay que reviven el fastuoso cinco a cero del Barça no por el resultado, sino por la piel que palparon en la euforia.

Hoy es un día para el resumen, para la acumulación de las noticias que nos han invadido y de las que, con más o menos intensidad, hemos sido testigos. Estábamos allí cuando asistíamos a desgracias y cataclismos, cuando nos decían que nuestro mundo se acercaba al apocalipsis, y en momentos de extrema felicidad colectiva o cuando alguien anunciaba la posibilidad de salir del túnel. Pero en el fondo estábamos en otro sitio. En una lectura amable, en el rostro de nuestros hijos cuando nos descubrían la certeza de un presente compartido, en la lluvia que caía cuando nos abrazábamos, dispuestos a ahuyentar a la muerte.