Dos miradas
Elena y los seis
Elena,la electora de izquierdas que bracea en un mar de indecisión, se sentó, el domingo por la noche, frente al televisor. Admiró lo mucho que ha aprendidoMas, despojado ahora de la agresividad que acabó aislándole hace cuatro años; anotó queSánchez-Camachoaparenta ser más moderada que su propia política, y lamentó queRiverano aprovechase la pausa para tomarse una tila.
Le gustó quePuigcercós,al defender la política social del tripartito con mensajes claros, le dijera que su voto había sido útil. También agradeció aHerreraque se dirigiera a ella, a la legión de indecisos, y se ofreciera como garante de las esencias de la izquierda. Durante todo el debate esperó un guiño deMontilla, una palabra de ánimo o, incluso, un propósito de enmienda. Pero el president anduvo demasiado ocupado luchando consigo mismo y apenas tuvo tiempo para mirarla a los ojos.
Quedan pocos días. La mano derecha deElena sigue sosteniendo el voto en blanco y la izquierda se resiste a salir del bolsillo. Pero ella empieza a cansarse de tanta indecisión. Se pregunta hasta dónde llevar la penitencia, si al castigo de la crisis y del Constitucional debe sumar el suyo y, si en vez de tanto flagelarse, no debería ayudar a quien cree que, pese a todos los pesares, mejor la defiende. Y aunque votar así sea un asco,Elenase mira la mano derecha y piensa que podría colaborar tapándole la nariz.
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