Los jueves, economía

¿Reformar la Constitución?

El cambio de la Carta Magna para satisfacer las aspiraciones de Catalunya podría ser contraproducente

¿Reformar la Constitución?_MEDIA_1

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ANDREU MAS-COLELL

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El Cercle d'Economia ha emitido recientemente una opinión que ha tenido una repercusión notable. Debo confesar que como miembro, aunque no portavoz, de su junta soy parte interesada. Permítanme, pues, añadir que es un documento del que me siento plenamente solidario y, aunque esté mal que lo diga, considero muy acertado.

La opinión del Cercle reposa en una idea fuerza: desprendido de la doble sacudida económica (crisis) y política (resolución del Tribunal Constitucional sobre el Estatut), lo que ahora corresponde hacer desde Catalunya también tiene dos vertientes, ambas de igual importancia. Por una parte, es preciso actuar con decisión para el fortalecimiento del tejido económico catalán. Por otra, hay que abrir un proceso de negociación con las fuerzas políticas españolas para restablecer el pacto constitucional.

Es un aspecto esencial del mensaje del Cercle que estas dos tareas deben irse haciendo al mismo tiempo y con igual convicción (y podría añadir, aunque este no es el tema de hoy, que las dos son difíciles y requieren habilidad y experiencia). Sin duda, sería tentador concentrarse en el aspecto económico. La crisis nos empuja en esta dirección. Y también lo hace la lectura que habitualmente hacemos de la historia. Cómo después de grandes derrotas, en particular la de 1714, los catalanes se han puesto a trabajar con firmeza, sacrificio y esfuerzo, y cómo a pesar de grandes dificultades han llevado el país hacia la prosperidad. Esa invocación de la historia sería un error. La derrota actual ha sido sustancial, pero claramente no de la magnitud de las de 1714 o de 1939. No hemos jugado bien nuestras cartas, pero nos quedan muchas. No somos un pueblo derrotado. Debemos seguir haciendo política. Pero debemos hacerla mejor. Asimismo, sería irresponsable concentrarse exclusivamente en el aspecto político. Porque la crisis pide atención, pero también por cálculo político: a la postre, el respeto que inspire Catalunya se deberá en buena parte a su potencia económica (en un sentido muy amplio que incluye, por ejemplo, las universidades, la investigación y el mundo de la creatividad). ¡Ciertamente, no vendrá de nuestros ejércitos!

¿Y qué quiere decir el Cercle con la idea de restablecer el pacto constitucional? Pues que la deriva del Tribunal Constitucional ha cambiado unas reglas de juego que habían equilibrado el sistema democrático desde la transición, que eso es desestabilizador y que, por lo tanto, no se puede ignorar. En definitiva, que es preciso volver al espíritu inicial.

El Cercle, como corresponde a su naturaleza de entidad de amplio espectro, mantiene su discusión en un nivel muy general. No concreta la forma que el restablecimiento del pacto constitucional pueda tomar. No lo hace porque entiende que puede haber ideas diversas sobre este punto. Aquí querría pronunciarme sobre una que repetidamente se plantea y que, personalmente, me parece peligrosa: reclamar la reforma de la Constitución. Hay dos razones, relacionadas, que me hacen muy reticente a esta vía.

La primera es que, pese a no ser jurista, cuando leo la Constitución veo suficientes indefiniciones como para pensar que su texto permite

-como estoy seguro que se pretendió desde el principio- una variedad de decantaciones interpretativas y por tanto -y tal vez porque recuerdo los análisis deEnric Argullolde hace ahora una década- pienso que una posición diferente del TC hubiese sido posible (y lo ha sido en el pasado) y que la posición actual refleja realidades políticas, no jurídicas. No estoy, en consecuencia, dispuesto a conceder graciosamente la premisa de que si el TC afirma que la Constitución dice que la nación catalana no existe entonces esta se convierte en la versión fiel y final de lo que la Constitución dice, y ya que la nación catalana existe no nos queda otra salida que cambiar la Constitución. Más bien diría que el problema reside en la composición de este tribunal y lo que políticamente hay detrás, y no necesariamente en la Constitución.

La segunda razón es que el episodio del Estatut revela que no hemos sido muy buenos al medir fuerzas, las nuestras o las del que teníamos delante. Hemos planteado una batalla que hemos perdido. Podemos discutir si hubiésemos tenido que saberlo o si este final era previsible. Pero lo que sería imperdonable sería repetir el mismo error. Tal como están hoy las cosas, me parece perfectamente plausible pensar que si Catalunya abre el tema de la reforma de la Constitución nos encontraremos con que los grandes partidos españoles lo aceptarán, pero que el resultado final, después de muchos meandros y muchas pasadas de cepillo, será, para nuestros intereses, peor que la Constitución actual. ¿Hay alguien con la absoluta convicción de que eso no sería así? Pues si no es el caso, me parece que esta es razón suficiente para evitar este camino. Es demasiado simple.

Catedrático de la UPF y presidente de

Barcelona Graduate School of Economics.