Dos miradas

Detalles del desierto

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Hay muchos detalles del pueblo saharaui que son cautivadores, delicados y poéticos. Recuerdo tres. La mujer que fue expulsada de El Aaiún y que conserva la llave que debería abrir la puerta de su casa, si la puerta y la cerradura fueran las mismas. Pero la llave está como símbolo de la posibilidad, del deseo, de la necesidad del retorno. El segundo es un relato de peces. Me lo contaba un amigo, al volver de los campamentos de Tinduf: «Había un desfile y muchos niños con peces y cañas de pescar. Los peces eran de papel, embutidos con arena del desierto para simular la barriga. Los agitaban como si fueran farolillos para esperar a los Reyes». Con aquel gesto, los niños recordaban un episodio que desconocen, el de la pesca, tenían la añoranza de aquello que solo les había llegado a través del testimonio de los adultos, quizá de la abuela que tenía la llave guardada. El amigo me enseñó uno de aquellos trabajos manuales. Te helaba el corazón porque era un retrato de la impotencia. El último episodio es el de unos yacimientos que descubrieron los arqueólogos de la Universitat de Girona. Montaron una exposición itinerante con los hallazgos de las cuevas para que los saharauis conocieran un pasado que era el suyo y que nadie les había contado nunca. En las cuevas, eso sí, muchas inscripciones obscenas de los soldados de la ONU. Tres detalles del desierto, en una historia de despropósitos y de indignidades.