El auge de la extrema derecha

Ideología y crisis en Europa

El debate entre socialdemócratas y conservadores es sustituido por otro entre estos y los ultras

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ANTONIO PAPELL

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La crisis económica ha reforzado en Europa el gran consenso político-ideológico de signo conservador -todos los paísesgrandes están actualmente gobernados por la derecha-, basado en los criterios del Pacto de Estabilidad y Crecimiento que proviene de Maastricht y que, paradójicamente, fue gestado cuando el consenso mayoritario era socialdemócrata. No estamos, sin embargo, en presencia de unfinal de las ideologías,como alguno asegura, sino ante una respuesta concreta a la recesión basada en los grandes criterios económicos universales que impregnan la Unión, que en esencia son compartidos por progresistas y conservadores y que, como la experiencia ha constatado, son compatibles con la caracterización singular de las dos grandes opciones, la socialdemócrata y la liberal, que, por fortuna, siguen en tensión y perfectamente capaces de sustentar el creativo binomio en que se apoya la facultad de elegir de los ciudadanos.

Este gozoso pluralismo no se verá tampoco afectado, sino al contrario, por la gestación en marcha de una gobernanza económica europea, que dará coherencia interna a la Unión Monetaria y acentuará el vector federalista, fortaleciendo en definitiva el proyecto europeo.

Pero aun constatando la buena salud de la dialéctica democrática clásica, se advierte un preocupante escoramiento a estribor de la Unión Europea que no proviene del ocasional eclipse de la socialdemocracia en Europa -es ya sabido que derecha e izquierda se turnan en ciclos inexorables-, sino de la peligrosa emergencia del populismo de extrema derecha, abonado por la gran crisis, que ha adquirido una eminencia insólita y amenaza con contaminar el gran discurso comunitario.

Una de las últimas noticias en esta dirección agrava la inquietud: en los Países Bajos, tras una ardua negociación poselectoral, y de duros debates en el seno de los partidos afectados, está en marcha una coalición de gobierno entre liberales y conservadores que cuenta con el apoyo del llamado Partido para la Libertad (PVV, deGeert Wilders,con más del 15% de los votos), abiertamente islamófobo y que niega el principio de libertad religiosa. El pacto, que permite al liberalMark Rutteconvertirse en primer ministro, contiene diversos gestos antisociales, incluye la prohibición del burka, la conversión de loscoffee shopsen clubs solo para holandeses y un endurecimiento de la política de inmigración.

El caso holandés no es el único. En una quincena de países de Europa -entre los que por fortuna no está España- hay partidos de extrema derecha con más del 5% del voto popular. En las recientes elecciones suecas, los ultras han logrado un 5,7% y su representación ha resultado ser decisiva para la formación de la mayoría de gobierno. En suma, el viejo y creativo debate entre socialdemócratas y conservadores está siendo sustituido por otro muy peligroso entre conservadores y ultras de extrema derecha.

Esta situación explosiva está teniendo de momento un efecto perverso: el de empujar a la derecha democrática hacia posiciones de dureza que lindan también con el populismo. Es lo que ocurre en Francia, donde Sarkozyha optado por adueñarse del espacio que ocupa el partido ultra deLe Pen(el detestable episodio de los gitanos lo atestigua) para intentar paliar así su pérdida de popularidad. Pero este camino no conduce a parte alguna.

La solución a esta deriva pasa, como han señalado algunos analistas de prestigio, por encarar con decisión, realismo y un bagaje adecuado de valores democráticos los problemas reales que provienen de la globalización y de los crecientes flujos migratorios que afectan a Europa. Ante la inhibición de la izquierda templada, que no aporta soluciones y cede terreno a la derecha, la sociedad abandona a la socialdemocracia y vuelve la vista hacia partidos populistas que ofrecen pragmatismo sin ideología y, por supuesto, sin principios. En definitiva, parece claro que el auge de la extrema derecha es imputable en parte a la negligencia de los grandes partidos, que, o bien han claudicado ante la presión primaria y atemorizada de las muchedumbres o bien han evitado aportar soluciones valientes, basadas en criterios éticos de fuste humanista, a los tres grandes retos de nuestras sociedades: la globalización, la fuerte inmigración y la construcción europea. En la UE actual, solo hay seis países en los que los socialdemócratas participan en el Gobierno (España, Portugal, Grecia, Chipre, Austria y Eslovenia), pero sigue habiendo poderosos partidos de ese signo que están obligados a hacer proselitismo y pedagogía en esta dirección.

Es obvio que Europa no florecerá si, en lugar de ser un ámbito acogedor, permeable y abierto, levanta los muros para convertirse en una inexpugnable, envejecida y aislada fortaleza, constreñida por el miedo al otro y cerrada a su propia evolución. Todos los demócratas debemos, pues, unirnos en nuestro combate contra la peligrosa tentación populista.

Periodista.