Gente corriente
Marta Vinardell: «No echo de menos nada, ni siquiera poder oír»
Psicopedagoga sorda. Fue una de las primeras personas sordas de Barcelona que estudiaron en una escuela de 'oyentes'.
Nació sorda pero habla cuatro lenguas. Y su elocuencia apabulla. Marta Vinardell (Barcelona, 1973) lo ha logrado, dice, gracias a su ansia de saber, un buen entorno afectivo, la educación en una escuela catalananormal y el aprendizaje de la lengua de signos. Los niños sordos que pasan por sus manos en el Creda de Sabadell la tienen como referente.
-Me ha pedido hacer la entrevista en un lugar sin ruido.
-Se lo he pedido porque a veces es difícil interpretar lo que decimos. Tenemos una voz diferente. Y es importante que mis palabras le lleguen de forma inteligible y clara.
-¿Qué debe quedar claro desde el principio?
-Que no hay que hablar de «sordomudos». Quizá haya sordos que no tengan cuerdas vocales y sean mudos. Pero en la comunidad sorda hay personas que hablan -con mayor o menor dificultad fonológica- o que signan y hablan, que es mi caso.
-Habla usted de maravilla. ¿Es sorda de nacimiento?
-Sorda congénita. Lo detectaron cuando tenía un año y medio.
-¿Tarde?
-Sí. Supongo que yo despistaba un poco. Mi familia es muy expresiva y sus mensajes me llegaban, así que adquirí una buena comunicación con mi entorno a través de gestos y miradas. De modo que al principio creían que tenía otra cosa.
-La certeza marcó un rumbo.
-Desde el primer momento mis padres no hicieron de la sordera un problema. Me trataron como a una hija normal. Me pusieron en manos de especialistas para la educación del habla, pero también me proporcionaron una educación normalizada.
-¿Fue a un colegio normal?
-Sí. En el posfranquismo lo habitual habría sido llevarme a una escuela para sordos, pero mis padres optaron por la progresista y catalanista Escola Itaca. Fui una de las primeras personas sordas en ir a una escuela de integración.
-¿Hubo momentos de desazón?
-He podido sentir ansiedad cuando no me llegaba toda la información.
-Los niños suelen ser crueles.
-Seguramente yo también fui cruel con algún niño. Ir a una escuela normal es muy importante, siempre que se respete la diferencia. Yo echaba mano de los recursos visuales, como la lectura labial, y pedía a los compañeros que levantaran la mano antes de decir algo. Al final eso se convirtió en una costumbre en el aula.
-Mucho esfuerzo ha hecho.
-El esfuerzo me ha venido de manera natural. Siempre he tenido apoyo moral y afectivo del entorno. Cuando ese apoyo falla, cuando una familia no acepta la sordera de su hijo o no da con el sistema de inclusión en el aula, el niño entra en un ciclo de desconfianza. Tampoco hay que crearle una imagen falsa. Un sordo nace y muere sordo.
-Usted conduce, por ejemplo.
-No tengo ningún problema. Al contrario. Estamos muy pendientes de la información visual, que a menudo los otros conductores subestiman y que nos salva de posibles accidentes.
-También ha bailado, y mucho.
-Hay muchas maneras de sentir la música. Nosotros lo hacemos a través de las vibraciones. Lo que no nos llega es la voz humana, el canto. Pero para construir una emoción no solo cuentan orejas.
-¿Qué echa de menos?
-No echo nada de menos. Ni siquiera poder oír.
-Un otorrino le ha sugerido un implante coclear. Y usted se niega.
-He vivido 36 años sin oír. Todo el mundo me entiende. Entiendo a todo el mundo. No necesito nada más.
-No sé si la comprendo.
-Los implantes no curan la sordera, ayudan a amplificar la audición. Ese implante implicaría un trabajo muy duro de reeducación. Ya no tengo la plasticidad de un niño. Yo he estructurado una imagen del mundo de manera visual.
-¿Y la curiosidad?
-No tengo tanta. Llevo un audífono que me ayuda a reconocer los sonidos más elementales, como el timbre de la puerta o el volumen de la tele. Los recursos visuales equilibran mis carencias auditivas.
-Un sonido que le gustaría oír.
-Solo tengo curiosidad por saber cómo ustedes son capaces de identificar una voz entre mil. En la radio, por ejemplo.
-¿Y el viento, el pájaro, la cascada?
-Para mí son ruidos. La voz es otra cosa.
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