Dos miradas

Odio en la vagina

emma riverola

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La saliva del enemigo invade tu boca. Su aliento es el único aire que respiras. Tu piel se empapa de su sudor y el dolor te rompe. Mientras desgarran tu cuerpo, oyes los gritos de terror de tus hijos y solo rezas para que no se dispare el fusil que les apunta. Para que no violen a tu niña. Para que todo esto sea mentira. Una sacudida más y vendrá otro hombre. Y otro. Y, al fin, ya no serás tú la que está tumbada. La que sangra y sufre. La que ha dejado de ser dueña de su cuerpo roto. Tu mente, preñada de terror, nunca podrá olvidar…

Olvidar que más de 500 mujeres han sido violadas en la República Democrática del Congo solo en este verano. Olvidar que esta primavera, un informe encargado por International Oxfam ya denunciaba que la violencia sexual se había convertido en algo brutalmente normal en ese país. El estudio mostraba la alarmante pauta de la mayoría de las agresiones: en mitad de la noche, grupos de hombres armados irrumpen en los hogares y violan a las mujeres en presencia del marido y los hijos. Entre las víctimas, niñas de 3 años y ancianas de 80. Después, la tragedia continúa. Muchas mujeres no reciben ayuda médica y mueren. Otras, sufren salvajes mutilaciones y acaban siendo abandonadas por sus maridos. Pocas se escapan de la infección del VIH. Aquel informe, del mes de abril, pedía a la ONU que protegiera a las congoleñas. ¿Quién se olvidó?