El conflicto vasco
Todavía mandan las pistolas
Con su comunicado, ETA quiere restaurar su dominio en el mundo aberzale radical y frenar su división
Miguel Ángel Liso
Director editorial del Grupo Zeta
MIGUEL ÁNGEL Liso
Nunca en la historia de nuestra democracia se había alcanzado una reacción de rechazo tan unánime de todos los partidos del arco parlamentario y fuerzas sociales y económicas al nuevo alto el fuego anunciado por ETA a través de la BBC. El comunicado de los terroristas anunciando otra vez un cese de los atentados fue acogido con decepción, indiferencia y escepticismo. Solo algunos observadores internacionales despistados y esa izquierda radical que tanto anhela su vuelta a las instituciones vascas, pero que se sigue negando a condenar y a rechazar de forma fehaciente la violencia terrorista, hicieron una interpretación esperanzadora y optimista del supuesto movimiento de ficha y generosidad de los etarras. La razón de este seguidismo está clara. Sobre esa izquierda radical que apoya, jalea y encubre a ETA todavía mandan las pistolas.
¿Y por qué esa reacción unánime de rechazo, desprecio y repulsa valiente al ofrecimiento de ETA por parte de los demócratas? Porque en medio siglo de asesinatos y desafueros, los etarras han agotado completamente, salvo para sus cómplices, su credibilidad pacificadora. Y hubo algunos momentos en los que se llegó a confiar en esta manada. Por ejemplo, en septiembre de 1998, cuando los terroristas anunciaron una tregua «general y definitiva» y el mismísimo José María Aznar, hombre duro y desconfiado, y contra el que ETA llegó a atentar tres años antes, creyó honradamente que la banda tocaba a su fin. Como presidente del Gobierno anunció a la sociedad española que iniciaba unas negociaciones con los etarras, a los cuales, llevado por su buena voluntad, calificó de «miembros del movimiento vasco de liberación»; además, durante este parón de los asesinatos acercó terroristas a las cárceles del País Vasco, fue indulgente con la aplicación de indultos, no hubo detenciones durante ese periodo de calma chicha y hasta se llegó a decir que Navarra sería generosa con el guiño de ETA. Pero¿ en 1999 ETA volvió a asesinar. Y otro ejemplo. En el 2006, un José Luis Rodríguez Zapatero muy bien intencionado también se creyó que ETA iba en serio cuando en un comunicado los etarras anunciaron otro alto el fuego e introdujeron la palabra «permanente». Estaba claro, ETA ya no volvería a asesinar. Pero¿ dos años después, el atentado de la T-4 nos devolvió a la cruda realidad.
Por eso, las tretas de los etarras ya no dejan margen para la esperanza, salvo que de forma inequívoca anuncien y materialicen el abandono de la violencia. Sus estrategias falsas y ambiguas no calan aunque vengan acompañadas de un indudable impacto mediático internacional. Quizá sea ese impacto publicitario
-por grosero o cínico que parezca- el único éxito que los nuevos dirigentes de la banda pueden alegar como propio. Pero es sonrojante que todavía una cadena rigurosa como la BBC llame a ETA «grupo separatista vasco» y crea que ese comunicado «alumbra esperanzas de un nuevo proceso de paz». O que el gran Financial Times, en un editorial simplista e ignorante, viniera a afirmar que con este comunicado, más la legalización de Herri Batasuna y la «devolución de los prisioneros a las cárceles del País Vasco» (sic), se resuelve el problema. ¡Qué desconocimiento de la realidad española!
Pero el comunicado de ETA encierra otra interpretación y tiene algún que otro destinatario. Esta banda terrorista está completamente noqueada, aunque algunos de sus pistoleros puedan seguir matando. Está más débil que nunca por una acción policial impresionantemente eficaz, por haber perdido para siempre el santuario francés, por haberse frustrado sus intentos de reconstrucción logística en otros países y por haberse estrechado el cerco judicial internacional después de que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo ratificara la ilegalización del entorno político radical de ETA.
Y en esta situación de precariedad y derrota frente a la sociedad española, ETA sabe que se han producido profundas fisuras en el sector soberanista que le viene apoyando sumisamente. Por eso el comunicado hay que interpretarlo también como un intento de frenar esa división, restaurar el dominio de los milis sobre la estrategia a seguir en la política vasca y apagar las voces disidentes de grupos de presos y exmilitantes desengañados de las tan proclamadas ventajas del recurso al terror. Muchos de ellos saben que esa Euskadi independiente y socialista que ETA dice defender no está, medio siglo más tarde, ni a 100.000 kilómetros de la realidad.
El comunicado también trata de facilitar de paso -algo muy burdo, por cierto- la incorporación de sus cómplices a las instituciones vascas en las próximas elecciones. Es fundamental que la justicia y los servicios de seguridad del Estado impidan que esas marcas blancas vuelvan a colarse en ayuntamientos, diputaciones forales y el Parlamento foral salvo que cumplan a rajatabla la ley de partidos. Si se mantiene esa firmeza es muy posible que la disensión detectada por ETA entre sus seguidores se agrande, estalle y deje de controlarla. Es muy difícil, porque el problema de los batasunas es que, pese a su descontento con ETA y con el comunicado, aunque lo disimulen, siguen sin atreverse abiertamente a volverle la espalda. ETA tiene las pistolas y, hoy por hoy, está dispuesta a llevarse por delante a quienes la cuestionen en sus caladeros tradicionales. El miedo guarda su viña.
*Periodista. Director Editorial y de Comunicación del Grupo Zeta.
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