Dos miradas

Las bolitas de Sarkozy

Emma Riverola

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Nada más establecerse en 1933, el régimen nacionalsocialista alemán inició un dramático recorte de los derechos humanos de los judíos. Hasta que la ley de Núremberg ilustró la fatalidad. En un ordenado gráfico -no podía ser de otro modo- los nazis convirtieron a los cuatro abuelos de un individuo en cuatro bolitas. En aquel tétrico cuatro en raya, eras un verdadero alemán si tu genealogía exhibía cuatro círculos blancos. Si el pasado arrojaba uno o dos círculos negros, es decir, judíos, podías preocuparte. Eras un mischling, un mestizo. Pero si en el cómputo aparecían más de tres manchas negras, tu futuro era tan oscuro como el color de tu pasado. Estabas en el círculo de los indignos.

Sarkozy no es Hitler, pero quiere ganar las elecciones. Y para ello recurre al populismo más siniestro, expulsando a unos ciudadanos europeos con pocos amigos. La medida sería irremediablemente trágica si no fuera también ridícula: nada impedirá a los gitanos regresar a Francia cuando quieran. Lo trágico es que Sarkozy ha violado el derecho comunitario y solo ha merecido un tibio sermón del presidente de la Comisión Europea, haciéndonos cómplices de que un criterio étnico prevalezca sobre la ley.

Ahora, Francia amenaza con retirar la nacionalidad a los ciudadanos que cometan un delito grave, pero solo a aquellos cuyo círculo blanco carezca de antigüedad. Sarkozy sigue jugando con las bolitas.