Pequeño observatorio

Los conciertos y festivales de verano

JOSEP MARIA Espinàs

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He terminado las vacaciones sin haber asistido a ningún concierto multitudinario, y eso que se han celebrado unos cuantos relativamente cerca de donde yo estaba. No siempre tenía que estar ocupado trabajando en un libro, por lo que podía haber dedicado perfectamente unas horas a engrosar la masa de oyentes.

¿Oyentes? Esta es la cuestión. Unos amigos me han explicado el entusiasmo de los asistentes a algunos de esos espectáculos. Y he llegado a la conclusión de que había dos tipos de conciertos: los de atención y los de participación, dicho así para simplificar.

En los de atención, básicamente, la gente escucha al cantante. Es el caso deLeonard Cohen. Era inevitable que alguien quisiera acompañarlo desde la platea si interpretaba alguna de las canciones más conocidas. Pero sin gritar, porqueCohenno grita. En otros conciertos, más que ir a escuchar, la gente ha asistido para divertirse cantando colectivamente, superponiendo sus voces a la del cantante. Un cantante que cantaba alto, como electrizado, frenéticamente, y este aluvión de gritos y movimientos corporales disparados era lo que esperaba el público para desplegar toda la energía vocal y física que llevaba dentro. El cantante decía la primera palabra de una canción y todo el mundo empezaba ataparel resto con un entusiasmo infatigable. El cantante sabía perfectamente que el espectáculo no era él, sino el público, y que el éxito dependía de esta colectivización del recital.

Intento imaginar que ocurriera lo mismo en un recital deJacques Brelo deJosep Carreras. Que la explosión del público tapara al cantante desde la primera frase. Que no se pudiera apreciar de qué forma una cantante modulaba la voz cuando decía «et la mer efface sur le sable les pas des amants desunis... ».

Ha pasado el tiempo, claro, y los veranos han cambiado. Ahora hay muchas poblaciones que quieren rivalizar en la capacidad de atracción de forasteros. Antes, se hacían discretos conciertos; ahora, se celebran festivales. La nueva palabra,festival, es significativa. Debe protagonizarlo una figura popular –que cobra mucho y, por tanto, las entradas son caras– y todo debe tener un tono selecto, quizá con cena incluida.

¿Se imaginan un discreto concierto de cámara en la iglesia de un pueblo que no sea famoso? Con los vecinos, más alguien de los pueblos de alrededor, y algunas familias de veraneantes de toda la vida. Alguno hay. Mi enhorabuena.