"Nunca he probado el cava catalán"

HELENA GARCÍA MELERO

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Bernard Pivot. Periodista. Dirigió y presentó durante 30 años programas de libros como 'Bouillon de culture' y 'Apostrophes' en la televisión francesa. Ahora publica 'Diccionario del amante del vino':

--Así que todo empezó por el vino.

--El vino ha sido como un compañero discreto que ha estado ahí siempre. Nací en Lyón, pero pasé toda mi niñez en Beaujolais. Mi madre tenía una propiedad con cinco hectáreas de viñedos. Mis recuerdos de adolescencia están ligados a los trabajos de la vendimia.

-- ¿Y recogió buenos frutos?

--Tuve una educación muy estricta, y las vendimias representaban para mi períodos de libertad, tiempos de locura, de sensualidad. Incluso creo que me convertí en periodista literario a causa del vino.

--Entonces, ¿eso de la literatura no lo llevaba en la sangre?

--Fue el destino quién decidió. De hecho iba para periodista deportivo, quería escribir sobre fútbol en el diario L'Équipe, pero la oportunidad me surgió en Le Figaro Littéraire. Cuando el jefe de redacción supo que era de Beaujolais y que mi madre tenía viñedos, me pidió una bota de su vino. A raíz de eso me contrató.

--Su programa de libros Apostrophes duró tantos años como los buenos vinos.

--Ahora sería imposible hacer un programa de libros en prime time. La televisión ha cambiado mucho. Nosotros hablábamos de libros y escritores a las nueve y media de la noche, una hora y cuarto, sin malabaristas ni estriptís ni publicidad.

--Y autor que venía , autor que vendía. ¿Cómo escogía los escritores invitados?

--Por un lado, estaban mis gustos personales. Por otro, me gustaba colocar a un académico junto a un autor de 25 años. O mezclar un best-seller con autores más difíciles. Quería que mi programa se pareciera al escaparate de una librería, donde hay gente nueva, autores consagrados, novela, poesía...

--Debía leer muchísimo.

--Me pasaba todo el día leyendo. Era una especie de monje lector. Mi mujer estaba celosa de los libros. Mis hijas me recriminaban que no pudiera salir con ellas porque tenía un montón de libros por leer. Pero, gracias a esto, el programa tenía éxito. Si no me los hubiera leído, el programa no hubiera triunfado.

--Hábleme de la ceremonia del vino.

--El vino no solo es llevarse la copa a la boca. El placer de saborearlo ha de ir acompañado de la necesidad de controlarse. Me gusta la degustación. Bajar a la cava, coger la botella, leer la etiqueta... Y si vas a un restaurante, disfrutar mirando la carta, los precios. En casa de los amigos, ver con qué vino te sorprenden. El vino es la libertad de escoger, la libertad de hablar. Yo encontré el gusto por la conversación en las cavas.

--¿Por qué el vino es cultura?

--No se puede contar la historia de la humanidad sin hablar de vinos, las religiones, la mitología... En Francia hay una costumbre que me gusta mucho que es poner, el día del bautismo, unas gotitas de champán en los labios del recién nacido. Significa bienvenido a esta tierra y esperemos que puedas disfrutar de sus placeres.

--¿Y si a alguien no le gusta el vino?

--Es como si no le gustara leer. Se pierde algo esencial en la vida.

-¿Ha tenido tiempo de complacerse aquí?

--Ya lo creo. He cenado en el Loidi de Martín Berasategui y pedí Les Terrasses, un Priorat del 2005. Es un vino bien constituido, con un buen ataque, muy potente.

--De los españoles, ¿cuál le gusta?

-- Uno que para un francés es imposible de pronunciar se ríe: el jerez. Hay que beber mucho para poderlo pronunciar bien. Los finos y los amontillados me gustan porque son muy secos. Son vinos de aperitivo extraordinarios Para los aperitivos tomo champán o jerez.

--¿Y cava?

--No conozco el cava catalán. Todavía no lo he probado.

--¡No me lo puedo creer! No sabe lo que se pierde.

--Estos días que estoy aquí aprovecharé para probarlo.

--Sigamos con la poesía. Si fuera a una isla desierta, ¿qué vino se llevaría?

--Si solo tuviera derecho a una botella, me llevaría una grande de Mouton-Rothschild o un gran Burdeos, pero no me la bebería, la miraría. Y no la abriría, la soñaría y el día que el barco me viniera a rescatar, la abriría y compartiría con los que llegaran a salvarme. Pasa como con los libros, para escogerlos también hay que soñar.

--Ya que me lo pone fácil, ¿qué libro se llevaría?

--Uno de recetas de Paul Bocusse, el gran chef de cocina lionesa; podría soñar salivando. También me llevaría la correspondencia de Voltaire, así tendría cartas para leer.

--Y cuando llegaran a rescatarle, ¿por qué brindaría ?

-- Acabamos por donde hemos empezado. No puedo imaginar la amistad o el amor sin el vino. Brindar es la felicidad del intercambio.