La disculpa de Ratzinger

El discurso del Papa solo ha ofendido a los integristas, que en ningún caso representan al islam

Albert Sáez // Periodista i professor de la Universitat Ramon Llull

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Benedicto XVIlleva una semana en el ojo del huracán. El pasado martes pronunció un denso discurso en la Universidad de Ratisbona (Alemania), en la que había ejercido de profesor en su juventud. En este contexto, el papaRatzingercayó en la tentación de volver de nuevo a la cátedra de teología, olvidando que esta vez sus palabras serían inmediatamente amplificadas y distribuidas por los medios de comunicación de todo el mundo, con más o menos pericia y mala voluntad. De modo que sus alusiones a la teoría de la evolución y al islam le han convertido en el blanco de todo tipo de críticas y protestas. Respecto a los postulados deCharles Darwin,este periódico ya dejó las cosas bien claras desde el primer día.Benedicto XVIse limitó a asegurar que la teoría de la evolución no invalida la existencia de Dios, una posición discutible y discutida, pero perfectamente legítima, diríamos que casi inevitable, en un dirigente religioso.

MÁS COMPLICADO ha resultado aclarar la cita del emperadorManuel IIque empleó, en la que aseguraba queMahomasolo había aportado maldad: "Lo malo e inhumano, como lo que ha dispuesto: expandir con la espada la fe que él predicaba". Una frase que, pronunciada a finales del siglo XIV, no pasa de ser el reconocimiento de la naturaleza violenta que dominaba en aquellos tiempos las dos grandes tradiciones religiosas en conflicto, cristianos y musulmanes. Acto seguido, el entonces emperador de Bizancio remachaba: "Dios no se complace con la sangre".

Estamos, pues, posiblemente ante un texto autojustificativo de un emperador que denunciaba layihadpara defender las cruzadas que él mismo lideraba, pero que reconocía que en ambos casos los creyentes se alejaban de su Dios. Posiblemente,Benedicto XVIno debería haberse dejado aconsejar en este caso por el teó- logoJoseph Ratzinger,porque la sutileza intelectual de las aulas no sobrevive a la velocidad vertiginosa de la información en la era de la globalización.

Sin embargo, una vez dicho esto, habría que hacer una reflexión algo más profunda acerca de cómo se han sucedido las cosas. Como ocurrió en el caso de las viñetas de la prensa danesa, las palabras deRatzingerno escandalizaron a las opiniones públicas occidentales ni tampoco a los creyentes musulmanes que viven en sociedades democráticas. La ola de protestas contra el Papa estalló el viernes, cuatro días después de que pronunciara su discurso, en los países en los que el fundamentalismo islámico domina las pregarias de las mezquitas, y que constituyen hoy la geografía del islam más violento, que no es en ningún caso la mayoría, ni mucho menos el conjunto de esa comunidad religiosa.

Inmediatamente, la opinión pública occidental consideró que el Papa había cometido un error gra- vísimo que le ha llevado a pedir excusas públicamente. ¿Era necesario un acto como este simplemente por haber olvidado que ya no es profesor de teología y que la informaciónon lineno reconoce el contexto de una cita tan poco sutil? ¿Se ha molestado el islam verdadero?

SE HAN multiplicado las voces que han recordado el pasado negro de la Iglesia católica y han reprendido al Papa por haberlo ignorado en su discurso. Pero, no obstante, desde Occidente nos han parecido muy normales algunas cosas que no lo son tanto. ¿Es aceptable que un determinado Parlamento democrático se pronuncie en una polémica religiosa? ¿Podemos imaginar a un primer ministro de un Estado de la Unión Europea respondiendo a un dirigente musulmán por una alusión negativa al catolicismo? ¿Puede establecerse una simetría, ahora y aquí, entre la Iglesia católica y los Hermanos Musulmanes? ¿Es razonable quemarlo todo cada vez que alguna confesión religiosa se siente herida?

Como decía el domingoRossend Domènechen su crónica,Ratzingerha sido esta vez la excusa para que se retroalimenten de nuevo los islamistas radicales y los neoconservadores occidentales. La opinión pública occidental tendría que tener un poco más de lucidez en episodios como este. No podemos legitimar en ningún caso aBenedicto XVIcomo portavoz religioso de la política occidental, del mismo modo que los Hermanos Musulmanes no son la máxima jerarquía del islam. En consecuencia,Ratzingerno habla en nombre de Occidente, ni en ningún caso los terroristas representan a quienes profesan la fe deMahoma.

La separación entre la religión y la política es fundamental para asegurar la convivencia entre religiones en la era de la globalización y de las grandes migraciones. Afortunadamente, en Europa, ni las pregarias del viernes ni las homilías de los domingos arrastran a la calle a miles de manifestantes, excepto en esta isla intelectual de Occidente que es el Madrid del Partido Popular. Tampoco los parlamentos europeos replican a los imanes. Sería conveniente tenerlo claro antes de dar carnaza a los sectores más intransigentes del islam para arreglar nuestras cuentas pendientes con los fundamentalistas cristianos.

SACAR LAS palabras de contexto es siempre un mal negocio. No es lo mismo hablar en un aula universitaria que hacerlo en la tribuna de los periódicos. No son lo mismo el cristianismo y el islamismo del siglo XIV que los del siglo XXI. No es lo mismo un catolicismo que en algunos aspectos todavía es nostálgico de tiempos pasados, que un movimiento político que utiliza el islam para reordenar el poder en los países en los que es la religión mayoritaria. De Ratisbona a Al Jazira y del siglo XIV al siglo XXI hay demasiada distancia intelectual para aceptar que los Hermanos Musulmanes obliguen a pedir perdón al Papa de Roma con el aplauso de los demócratas laicistas.