ESTOY EN
Cócteles subidos de tono en París
La Maison Souquet es un hotel de cinco estrellas donde las bebidas y las habitaciones tienen nombre de meretriz. Antes era un burdel
Una fachada sencilla de color crema, flores en las ventanas y nada que llame la atención. ¿Nada? Quizás sí. Dos farolillos rojos, elegantísimos y decimonónicos. El único guiño exterior a un pasado que se recrea en el interior: el del Pigalle frívolo de la Belle Époque, ese barrio desvergonzado y crápula que uno se imagina bien gracias a Toulouse-Lautrec. El del desenfreno y las 'maisons de plaisir'. Ese en el que florecían los burdeles hasta que, en 1946, una ley decretó su cierre.
La Maison Souquet fue entre 1905 y 1907 uno de los más chic. Situado en Montmartre, a los pies del Moulin Rouge, desde el 2015 es un hotel exquisito de cinco estrellas rehabilitado con mimo por Jacques García, que ha respetado al detalle la atmósfera intimista, sensual y ligeramente misteriosa de las antiguas casas de citas.
«La Maison Souquet era frecuentada por gente que venía solo a tomar una copa, gente que se quedaba para pasar un rato con las cortesanas, ricos industriales o pintores que vivían en Montmartre. Es un lugar lleno de anécdotas», cuenta su propietario, Yoani Aidan.
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La planta baja conserva la distribución típica de los edificios de finales del siglo XIX, con sus salones alineados para dejar fluir la luz de norte a sur. Estancias que cuentan una historia, como la del salón de las Mil y una noches, una pieza de decoración única que perteneció a un adinerado aristócrata belga fascinado por los arabescos y que ocupa hoy el vestíbulo del hotel.
Ahí estaba antes el salón de discusión, reservado únicamente a los hombres. Desde él se pasaba al de presentación, donde las damiselas esperaban a sus clientes, y, finalmente, el salón de después, bautizado ahora como salón de invierno, donde es fácil imaginar a los caballeros fumando o bebiendo tras haber bajado de las habitaciones. Una iluminación tamizada y sobria lo envuelve todo. «Esa escenografía se ha recuperado para contar la historia de la casa», prosigue Aidan.
LA BELLA OTERO
Sin ser cliente del hotel, en ese ambiente poblado de 'boiseries', obras de arte, figuritas de connotaciones eróticas, cojines, divanes y sofás de terciopelo granate se puede tomar café, té o pedir un cóctel que, al igual que las habitaciones, llevan el nombre de antiguas meretrices. Por si hubiera dudas sobre los vetustos usos del lugar, una frase atribuida a la Bella Otero encabeza la carta: «La fortuna llega durmiendo, pero no durmiendo solo».
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