GIGANTE EN ESCENA

Moby Dick: cómo domar a un monstruo (de mil páginas)

Juan Cavestany firma la adaptación del cásico de Melville que acoge el Teatre Goya, con Josep Maria Pou como un Ahab inconmensurable. La inmensidad, en 90 minutos

Moby Dick

Moby Dick / periodico

Imma Muñoz

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Es gigantesca, escurridiza, poderosa, y puede ser muy, muy cruel con quien se aproxime a ella sin saber dónde se está metiendo. Moby Dick es un monstruo de más de mil quintales que escupe arpones y desgarra piernas y orgullos. 'Moby Dick', uno de casi mil páginas que pone a prueba a lectores desde hace siglo y medio. Juan Cavestany ha sido el encargado de domesticar a ambas fieras para que Josep Maria Pou brille como quintaesencia de la oscuridad humana en el Teatre Goya a partir del lunes, 29, cuando se estrenará la adaptación teatral del clásico de Herman Melville que protagoniza el actor catalán y dirige Andrés Lima.

«Esta adaptación es resultado de la coincidencia. Hará unos tres años me puse a desentrañar, porque sí, la novela de Melville, a buscarle una dramaturgia, y llegué a tener una versión que le mostré a Andrés, como tantas otras cosas», explica Cavestany. Lima y él colaboraron durante años en la compañía Animalario, y, pese a su disolución, el vínculo continúa. «Y entonces -prosigue el guionista y dramaturgo- Focus propuso a Andrés hacer una adaptación para que Pou encarnara a Ahab, en un monólogo. Él me lo planteó a mí y acepté sumarme al proyecto. Y ahí empezó el proceso de convertir esa primera versión mía en lo que ha acabado siendo la obra».

ESPÍRITU OCEÁNICO

La inmensidad en 20 páginas de texto corrido, que se traducen en 90 minutos en escena. Tres voces (la de Ahab, la del negro Pip y una tercera que suma a StarbuckIsmael y otros personajes) que saben atrapar la esencia de la obra de Melville, el espíritu oceánico de una novela de aventuras que es tratado filosófico sobre el alma humana y digresión continua sobre las ballenas y la vida marinera y recreación de hechos reales y dinamitadora de géneros y origen de la novela moderna. «La adaptación está centrada en Ahab, pero un Ahab que es más que el capitán: recoge también la voz del narrador y la de Melville, que es otro protagonista de la novela. Moby Dick es un metalibro: ves a un autor construyendo su obra, con un gran afán de exhaustividad. Pues todo eso está en los 90 minutos. O el 90%».

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El texto, leído, fluye como el 'Pequod' cuando está a salvo de resoplidos de cachalote. «Sí, estoy satisfecho. Es bonito. Aunque eso no es mérito mío, sino de Melville. Todos (también Pou, que es un gran fan de 'Moby Dick') éramos partidarios de que hubiera mucha palabra en el montaje. La duda no era esa, sino si este texto, en un escenario, resultaría legible. ¿Funcionará como experiencia de espectador, que es muy distinta de la de lector? Y ahí le pasé la patata caliente a Andrés. Él es quien ha dado con el equilibrio entre palabra y acción y ha logrado que la obra esté llena de movimiento», se admira Cavestany. Proyecciones y escenografía contribuyen a ello.

LECTURA «ROTUNDA»

Las expectativas de todos están ahora puestas en el lunes, pero volvamos a tres años atrás: ¿por qué esas ganas de sumergirse en la caudalosa obra de Melville? «Se me resistía. De crío había leído la adaptación de una colección de clásicos para niños, centrada en la aventura, y pensaba que le fallaba algo. Le faltaba lo esencial: su dimensión, lo no resumible. De mayor, leer la novela original me costó mucho. La empecé y la dejé varias veces. Hasta que leí 'Butcher's Crossing', de John Williams, que huele a 'Moby Dick'. Y me llamó a leerla de verdad: me enfrenté a ella de forma muy rotunda, con papel y lápiz, para hacerla mía adaptándola. Fue una experiencia muy transformadora». Cavestany asegura que se siente «muy pequeño en todo esto, una especie de escriba». Que no se pase de humilde: es el hombre que ha domado al monstruo. 

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