Toma pan y moja

Del panettone no se sale

Es el estupefaciente más en boga, cada vez engancha a más incautos. ¿Alguien duda que dentro de unos años practicaremos el ‘chem sex’ con los mejores panettones de masa madre del mercado sobre la mesa?

ONBARCELONA PANETTONE

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Òscar Broc

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Me llamo Óscar Broc, he sido un adicto al panettone durante muchos años y no traigo buenas noticias para mi terapeuta: el otro día, después de mucho tiempo sin meterme nada en el cuerpo, recaí. Vaya si recaí. El azar quiso que pasara por delante de la peligrosa panadería Cloudstreet Bakery y, antes de que mi pareja pudiera decir: “Ni lo intentes, maldito yonqui”, una de mis manos ya sostenía uno de sus panettones de alta pureza, mientras la otra deslizaba la Visa sobre el datáfono.

Cuando entras en el turbulento mundo del panettone, eres el último en enterarte de que tu vida se ha hecho añicos. Te pasas el día tiritando delante de la persiana de Ochiai, Oriol Balaguer, L’Atelier y otros proveedores del submundo pastelero. Tus amigos y familiares ya no te cogen el teléfono, hartos de que les pidas dinero porque no te llega para el nuevo ejemplar de Triticum. Empiezas a faltar en el trabajo, retorcido en la cama por la sobredosis de bollería italiana. Las paladas de azúcar te pudren los dientes, como el crack. Definitivamente, del panettone no se sale.

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Ciegos de masa madre

Y la cosa va más. El panettone ya corre por las calles con total libertad, es el estupefaciente más en boga, cada vez engancha a más incautos. Si no cortamos el suministro de raíz, estoy convencido de que, en cuestión de dos o tres años, veremos fotos de alijos incautados por la policía con panettones de fruta confitada, en lugar de rocas de metanfetamina, tabletas de sildenafilo y frascos de GHB. ¿Alguien duda que dentro de unos años practicaremos el ‘chem sex’ con los mejores panettones de masa madre del mercado sobre la mesa? Sé que no es ningún consuelo, pero al menos dulcificaremos un futuro que se las prometía muy, ejem, amargo. 

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