la trastienda
Un pez luna se ha comida la moda
Los volúmenes, ya sea en mangas, abrigos, faldas y vestidos, se abren paso en busca de teatralidad y un cierto optimismo
La sensación, decía días atrás la crítica en jefe Vanessa Friedman desde su tribuna en 'The New York Times', es que la moda está asistiendo «definitivamente al fin de algo» y que, ante eso -al menos por lo visto en la pasarela de Londres-, no se ha desplazado hasta «las profundidades de la desesperación» sino a otro lugar completamente diferente. Algo así, decía, como a «un mundo después del día del juicio final».
La confusión es grande, pero aguzando el oído se puede empezar a escuchar una sintonía común: la moda 'después de' -'después de' la crisis climática, del desplome del Rana Plaza, de que 'hiperconsumo' se haya vuelto una palabra sucia- se está reseteando entre volúmenes catedralíceos. ¿Un pez luna se ha comido la moda? Un pez luna se ha comido la moda. J.W. Anderson explicaba así días atrás su última -y volumétrica- colección: «Estaba pensando en ese momento de los años 20 cuando todo resurgió y se recuperó». Todos sabemos que los años locos no acabaron nada bien -de hecho, lo hicieron catastróficamente-, pero de acuerdo: en la generosidad de metraje subyace un empeño que bascula entre el optimismo y la teatralidad dramática, y que, es cierto, ahora se ve por todas partes.
Las mangas se inflaman y el abullonado es el nuevo neutro
Las mangas, sobre todo en la parte superior, se inflaman. El abullonado es el nuevo neutro y las solapas se hacen tan grandes que podrían servir como pistas de aterrizaje de drones. Este 'new look' remite al original, el que se inventó un modisto que había estado vistiendo a las mujeres de los oficiales nazis en París -sí, Christian Dior, hablamos de ti- tras la segunda guerra mundial, cuando París se esforzó en recuperar su hegemonía, las mujeres debían volver a ejercer de ángel del hogar y de adorno-¿quién podría moverse con los 14 metros que exigían aquellas faldas?- y el rico industrial Marcel Boussac financió al modisto para que reactivara no solo la industria de París, sino también el mercado téxtil.
Se suele contar que el triunfo del New Look fue un paseo militar. Sin embargo, en EEUU y el Reino Unido hubo protestas contra el estilo de Dior por clasista y derrochador. Setenta años más tarde, su nieto ilegítimo también arroja alguna que otra pregunta pertinente sobre hasta qué punto la incontinencia téxtil encaja, por ejemplo, en el orden del día de la emergencia climática.
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