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Letiziamanía: de amenaza para la monarquía a la última esperanza para la Corona

Aprovechando los 20 años de la boda entre Felipe y Letizia, el periodista Martín Bianchi Tasso reflexiona en 'Letizia en Vetusta' sobre cómo la sociedad española ha acogido la deriva de la Casa Real en las últimas dos décadas

Letizia Ortiz viste la tiara Flor de Lis para cenar con los reyes de Suecia en 2022.

Letizia Ortiz viste la tiara Flor de Lis para cenar con los reyes de Suecia en 2022. / / JUANJO MARTÍN

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El 22 de mayo de 2004, Felipe de Borbón y Letizia Ortiz contrajeron matrimonio en la Catedral de la Almudena de Madrid. El evento, que reunió a 1.200 invitados entre los que se encontraban representantes de casas reales, jefes de estado, familiares y diferentes personalidades con mayor o menor vínculo con los contrayentes, ponía el broche feliz a un noviazgo que había estado a punto de frustrarse. Al mismo tiempo, daba pistas sobre lo que sucedería con las familias de los contrayentes en los años posteriores.

Cuando todavía no se habían dado el "sí, quiero", Felipe Juan Froilán de Marichalar y Borbón se dedicó a patear a una de sus primas y molestar los demás niños invitados a la boda mientras sus padres miraban al muchacho con simpatía y le reían las gracias. Por su parte, aunque los novios habían afirmado que no se irían de luna de miel por respeto a los fallecidos del 11-M, emprendieron un viaje de ensueño contratado en secreto por el suegro a través de su amante. Por último, antes incluso de que se subieran al avión, las columnas de opinión, las tertulias y la ciudadanía comentaban el aspecto de los invitados, cebándose con extrema crueldad en los abuelos de la novia, a la que también se le afeaba su origen plebeyo, su profesión de periodista, haber tenido otras parejas, ser divorciada o reclamar un derecho tan básico como el de no ser interrumpida por su futuro esposo durante la comparecencia tras la petición de mano.

"Cuando Manuel Guedán, el editor de Lengua de Trapo me pidió un libro para su colección de Episodios nacionales, me comentó que podría estar bien hacer uno sobre la realeza o sobre las novias del príncipe. Sin embargo, como las novias duraron años o meses y no fueron muy oficiales, le propuse hacerlo sobre Letizia. Coincidía además que se cumplían 20 años de la boda, así que me parecía un buen momento para echar la mirada atrás y escribir no tanto sobre la actual reina, sino sobre España y cómo diferentes sectores sociales recibieron a Letizia", explica Martín Bianchi Tasso, periodista habitual de El País y Cadena Ser, que acaba de publicar Letizia en Vetusta (Lengua de Trapo, 2024).

El libro, concebido como un reportaje extenso, repasa cómo fue recibido por la ciudadanía el compromiso de Felipe y Letizia y las consecuencias que la boda tuvo para la actual reina y su familia. Todo ello narrado con la inteligencia que caracteriza a Bianchi que, en esta ocasión, se muestra en su doble faceta de español de elección y argentino de nacimiento. "Muchos latinoamericanos tenemos un sentimiento enfrentado con el imperio. Por una parte se repudia España, pero por otro se la mira con fascinación —explica—. Con los reyes pasa un poco lo mismo. Aunque toda América Latina se independizó del imperio, cada vez que va un rey de visita la gente se vuelca, porque sentimos fascinación por las cosas que no nos pertenecen. En mi caso, también tengo ese rechazo y esa fascinación que, por otra parte, creo que resultan muy útiles porque permiten mantener el interés por el tema pero, al mismo tiempo, verlo desde fuera".

Del mismo modo que Martín Bianchi se debate entre esa contradicción generada por el racionalismo republicano y el sentimentalismo monárquico, la corona española se debate entre la incoherencia que supone operar en estructuras de poder contemporáneas con unos conceptos arcaicos y medievales. Una situación para la que ha sido clave la figura de Letizia Ortiz.

Conexión con la realidad

"En España, donde los poderes tienen que llegar a acuerdos para poder gobernar, existe una institución, la jefatura del Estado, que no tiene que recabar ningún consenso porque es hereditaria y no está sometida a las urnas. La única persona de esa institución que no forma parte de ella originalmente, es Letizia que, además, es la única que, hasta los 30 años, pagaba su hipoteca, iba al supermercado… A día de hoy, todavía tiene esa conexión con la realidad, con esa sociedad que no llega a fin de mes, que tiene que hacer méritos para progresar en su vida profesional y es justamente por eso por lo que es una figura tan valiosa para ellos", explica Bianchi, que destaca cómo esa contradicción entre tradición y modernidad está aún más acentuada por el propio actuar despreocupado, cuando no consciente, de los miembros de la familia real española.

"Aunque resulte absurdo porque Juan Carlos podía haber renunciado a su título de rey como ya sucedió en, por ejemplo, Países Bajos —puntualiza Bianchi—. Ahora, sin embargo, hay una familia real que es la de Felipe, Letizia y sus hijas y otra familia real, que es la de Juan Carlos, sus hijas y sus nietos. Esta parte, apoyada por los saudíes y la parte de la familia real griega que más dinero tiene, sigue con esa vida juancarlista del jet privado, de residir en una isla en Abu Dabi, de trabajar en el extranjero, de mantener reuniones con gente indeseable y de no dar explicaciones de nada".

Esa falta de empatía del juancarlismo para con el pueblo al que dice servir, fue la misma que sufrió Leticia y su familia al emparentar con la Familia real, la cual no se preocupó de proteger a los Ortiz-Rocasolano, quienes sufrieron el acoso de los periodistas, el escrutinio de los tertulianos, el escarnio de la aristocracia y hasta el trágico fallecimiento de uno de sus miembros.

"Cuando se anunció el compromiso, Letizia se mudó de Valdebernardo a la Zarzuela. Ella entró en ese ambiente, pero su familia no. Ellos tuvieron que seguir con su vida normal, yendo a sus trabajos, pero la Casa Real ni los capacitó para tratar con la prensa ni les dio los medios y la protección de los que ellos gozaban. En ese sentido, los Ortiz-Rocasolano se sintieron abandonados porque, aunque tenían que asistir a galas, no tenían dinero para comprar un vestido de Felipe Varela, para tener guardaespaldas o para un montón de cosas a las que tuvieron que enfrentarse y por las que pagaron precios muy altos. Por ejemplo, el suicidio de Erika o el acoso de los medios de comunicación, que vieron en ellos unas piezas muy apetecibles".

Un regalo envenenado

Hace 20 años, cuando preparaba la pedida de mano de Letizia Ortiz, Felipe de Borbón le encargó a su hermana Cristina que fuera a retirar de la joyería Suárez de Madrid un anillo que había previamente elegido por catálogo. "Se lo dijo a ella porque, si iba él mismo a buscar una sortija de compromiso, toda España se iba a enterar antes de tiempo de la noticia", aclara Bianchi que explica cómo, finalmente, la infanta Cristina decidió no ir y le trasladó la responsabilidad a su esposo, Iñaki Urdangarin: "Durante el proceso del caso Noós, Diego Torres declaró que la sortija fue comprada con fondos de Noós que nunca fueron repuestos porque Urdangarin decidió no cobrarle el dinero correspondiente a su cuñado. A partir de entonces, esa sortija quedaría maldita y, cuando Letizia se enteró del hecho, no volvió a ponérsela. Es una anécdota muy simbólica porque la sortija quedó manchada, del mismo modo que ha quedado manchado este matrimonio, amenazado siempre por lo que pueden hacer los familiares del rey, que ya han demostrado que no forman una familia modelo sino un grupo bastante disfuncional", comenta Bianchi.

Durante años, la sociedad española no fue consciente de las fallas emocionales de los Borbones o de sus ilegalidades. Presentados como un ejemplo a seguir, cuando se hicieron públicos los noviazgos de Isabel Sartorius y Eva Sannum, el entorno del rey Juan Carlos contribuyó a crear un ambiente adverso a dichas relaciones por considerar que no estaban a la altura moral del heredero.

"Don Juan, por ejemplo, dio entrevistas desalentando a Felipe para que siguiera con el noviazgo de Sartorius y, con Eva Sannum, el acoso fue todavía más brutal. Se publicaron tres terceras en ABC, el periódico monárquico por excelencia, que influyeron mucho en que el estado de opinión fuera contrario a ese noviazgo. No sé si hoy en día eso sigue sucediendo y desconozco si los movimientos de Jaime del Burgo fueron teledirigidos o fueron obra de un lobo solitario. Me cuesta pensar que no sea un lobo solitario, pero no lo sé", reconoce Bianchi, que destaca cómo el fenómeno Letizia también se ha dejado notar en aspectos más personales como, por ejemplo, las aficiones culturales de los nuevos monarcas. Mientras que Juan Carlos primero y sus hijas siguen mostrando su apoyo a la tauromaquia, la caza de elefantes o el deporte, Letizia ha conseguido que un Borbón vea películas de Kurosawa subtituladas y lea, aunque solo sea un libro: El Doncel don Enrique el Doliente de Mariano José de Larra, que la actual reina regaló a su prometido el día de la pedida de mano.

"Letizia ha aportado muchísimo en el aspecto cultural. Es una persona que arriesga, que va a la Feria del libro y elige los títulos que se lleva, que suelen ser lecturas que buscan cosas más allá de lo consagrado. Lo mismo sucede en los premios Princesa de Asturias, en los que se están imponiendo otros perfiles, como más mujeres, o en las recepciones en Mallorca, donde se ha recibido a miembros del colectivo LGTBI por iniciativa de Letizia. Son cosas que parecen normales, pero que hasta que no llegó ella no sucedían", explica Bianchi, que intuye que "si algo mantiene en el sitio a Letizia, más allá del amor a su marido y su familia, es esa curiosidad imprescindible para todo periodista. De hecho, aunque no ejerza la profesión, creo que es la periodista mejor informada de España", se atreve a afirmar el escritor al que, aunque no le consta, tampoco le extrañaría que, en virtud de esa curiosidad, la reina ya haya leído Letizia en Vetusta.

"Mientras lo escribía, por un lado pensaba: '¿Le gustará o no?', pero por otro tenía claro que no estaba escribiendo un libro para ella, sino para un lector que le interesase mi punto de vista crítico, no tanto hacia Letizia, que ya ha sido muy criticada, sino hacia España, hacia nosotros mismos. En definitiva, reflexionar si realmente hemos cambiado o si seguimos exigiéndole a Letizia una serie de cosas que no le exigimos a esa otra gente de su entorno".

'Letizia en Vetusta'

Martín Bianchi Tasso

Lengua de Trapo

120 páginas | 16,90 euros