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Silvia Marsó: "El hombre nunca puede ser víctima de un poder que ha inventado y ejercido"

Silvia Marsó en Dry Martini, en Barcelona.

Silvia Marsó en Dry Martini, en Barcelona. / Elisenda Pons

Anna R. Alós

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Pocos medios se le resisten —hace televisión, cine y teatro— y controla diversos géneros: drama, comedia, danza, expresión corporal, recitales de poesía, presentación de programas... Es también productora y dramaturga, y controla ella misma sus redes sociales. El 15 de mayo estrena en Madrid ‘La importancia de llamarse Ernesto’, de Oscar Wilde, con posterior gira por España, y también ha estrenado en Toledo la obra 'Claveles', que comenzará gira en agosto. Está rodando la serie ‘Encrucijada’ para televisión, y además canta y compone blues con la banda Del Toro Blues.

Toda esa vena artística imparable, ¿de dónde viene?

De muy adentro. Tuve una profesora de literatura, Tere Pallarés, que me hizo ver a los diez años que eso que yo sentía tenía que aflorar, y que detrás de las palabras de un texto había una enseñanza. A esa edad me dio por interpretar ‘El Principito’ y me aprendí todos los personajes.

La primera obra que interpretó como profesional fue ‘Los derechos de la mujer’, de Alfonso Paso. Su aniversario es el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. ¿Hay ahí un juego de dados del destino?

Pues no lo sé, yo estoy orgullosa de haber nacido ese día, y aunque hemos avanzado en cuestión de derechos, falta mucho camino por recorrer y hemos retrocedido en lo que respecta a la violencia de género. O quizás es que ahora se evidencian y antes no. Hay que derribar el techo de cristal y hay que pelear por la igualdad de oportunidades.

¿Pertenece a algún colectivo al respecto?

Sí, a Cima, para mujeres cineastas y profesionales del sector audiovisual, ahí están todas las demandas profesiones del audiovisual relativas a mujeres. Sigue habiendo mucha discriminación, aunque en el cine hay menos.

No se achica ante nada. En la vida, ¿busca siempre respuestas o se deja fluir un poco más?

No hay mérito, es que si no, me aburro. Intento aprender cada día y ponérmelo difícil, porque si hay retos, avanzas. En la vida no soy tan complicada, pero como actriz siempre apuesto por lo menos convencional, por lo que conlleva compromiso y un más difícil todavía.

Hemos avanzado en cuestión de derechos, pero falta mucho camino por recorrer y hemos retrocedido en lo que respecta a la violencia de género. O quizás es que ahora se evidencia y antes no

¿Lleva paracaídas para sus saltos al vacío?

No, qué va. Aunque ahora sí me tiro en paracaídas al interpretar el personaje de Lady Augusta Bracknell en una sustitución en ‘La importancia de llamarse Ernesto’, de Oscar Wilde. Me apetecía mucho trabajar con David Selva, el director.

¿Qué ocurre con los papeles de mujeres de más de cincuenta años?

En España lo tenemos fatal, pero en el resto del mundo se está reivindicando. Supongo que tendrá que ver con que somos el cincuenta por ciento de la población. Pero lo importante es que a partir de los cuarenta, las mujeres somos las mayores consumidoras de cultura.

Los hombres, ¿lo han tenido siempre más fácil?

Sin duda, pero cuidado que ahora hay una tendencia en caer en el victimismo y no, nunca puede ser víctima de un poder que ha inventado y ejercido durante siglos. Para que todo se equilibre, el hombre ha de dar el brazo a torcer.

¿Cómo ve a la juventud?

Acostumbrada a pasar el dedo con rapidez por las pantallas. Los jóvenes no profundizan y lo que quieren es inmediatez. No hay sentido crítico, ni análisis, y la inmediatez crea adicción, es un placebo. Ahí veo un retroceso social.

¿Cómo reconducir eso?

No me veo capaz de hablar de soluciones. Si alguien tuviera una varita mágica debería contarlo, porque caemos en picado. Como en el medievo, que todo cayó.

El hombre no puede ser víctima de un poder que ha inventado y ejercido durante siglos. Para que todo se equilibre ha de dar el brazo a torcer

¿Qué cree que puede pasar?

Tecnológicamente es imposible saberlo. Emocional y sociológicamente, insisto, vamos para atrás.

Hay quien está de acuerdo y, por ejemplo, le parece una barbaridad que los adolescentes, a veces casi niños, puedan elegir cambiar de sexo. ¿Qué opina?

Es un tema importante, tengo algún caso cercano. Yo tengo un hijo, y si me tocara estar en esa situación, no sé qué haría. Es difícil opinar, aunque seguro que me pondría a favor de mi hijo. Pero afrontarlo con 12 años no es lo mismo que con 20. Mi duda es si conviene considerarlo a tan pronta edad.

Su más reciente interpretación ha sido junto a Abel Folk en la obra ‘Claveles’, de Emma Riverola. Ahí ha podido con la poesía, recitando.

Es una obra increíble que se ha estrenado para el 50 aniversario de la revolución de los claveles en Portugal, cuando la gente salió a la calle pidiendo que las balas se cambiaran por flores. En esa obra se desmenuzan las grietas que estamos sufriendo en la sociedad a partir de dos personajes que llevan cuarenta años sin verse. Se habla de política, de filosofía, se cuestionan muchos temas.

¿Le interesa la política?

Claro, si no me interesara no sería digna de convivir con mis conciudadanos. Hay temas que necesitan más atención, como la ecología y la educación, pero en general no estoy defraudada con el sistema político. ¿Hay algo mejor que una democracia?

Tiene en agenda dos obras de teatro. ¿Algo más?

Sí, estoy rodando en Madrid una serie, ‘Encrucijada’, y actúo en directo con Dany del Toro en el grupo Del Toro Blues Band. Ahora estamos con la historia del blues entroncada con el poema ‘El rey de Harlem’ de la obra de Lorca ‘Poeta en Nueva York’. Por cierto, es mi primera composición musical. Miguel Poveda intentó ponerle música, pero no logró encajarlo con el flamenco.

Hay temas que necesitan más atención, como la ecología y la educación, pero en general no estoy defraudada con el sistema político. ¿Hay algo mejor que una democracia?

¿Por qué blues y no otra música?

Porque el blues busca la belleza y la libertad, tiene emoción. Al igual que el flamenco, procede de la injusticia y del dolor.

Montó el musical ‘24 horas en la vida de una mujer’, novela de Stefan Zweig. Una mujer de cuarenta años abandona todo por vivir la pasión con un joven. ¿Entiende que una mujer se aleje de sus hijos por eso?

No. Una se puede enamorar en dos horas, pero no se abandona a los hijos. Las decisiones que se toman han de procurar no perjudicar a nadie.

Actualmente no vive en pareja. ¿Le gustaría cambiar eso?

Me gustaría, pero no tengo tiempo. Tengo pretendientes, pero he de frenar el ritmo de trabajo.

¿Se ha enamorado muchas veces?

Las que han sido necesarias.

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