Teatro

El día del Watusi': La odisea de la Barcelona quinqui

El Lliure estrena la colosal adaptación de la novela de Francisco Casavella, un proyecto del director Iván Morales con Enric Auquer en el papel protagonista.

Un momento de 'El día del Watusi', de Iván Morales

Un momento de 'El día del Watusi', de Iván Morales / Jose Novoa

Manuel Pérez i Muñoz

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Quienes le conocen saben hasta qué punto este proyecto se había transformado en una obsesión para el director Iván Morales. Finalmente, la novela río del malogrado Francisco Casavella, 'El día del Watusi', llega al Lliure como un acontecimiento teatral y literario. Mil páginas de culto destiladas en cuatro horas de función con todas las entradas vendidas ya. El público se ha volcado para ver al héroe Fernando Atienza hecho carne por gracia del actor Enric Auquer: su derroche de matices, sudor y hechizo pide premios

Con la influencia del Pijoaparte de Marsé, Casavella alumbró otro mito arribista que sale de las chabolas de Montjuïc para atravesar como una flecha de desarraigo y venganza el tardofranquismo y los primeros años de la democracia. Pionero en escupir sobre las supuestas bondades de una transición modélica, el fantasma quinqui del Watusi es una bofetada contra la literatura burguesa del Upper Diagonal, un bestiario anfetamínico de cultura pop, crónica de los márgenes que se vuelve leyenda de papel. Y aunque no todos los fragmentos de la obra vuelan igual de alto, no se me ocurre mejor adaptador que Morales. Se necesita calle, periferia y buen oído para bailar con ritmo toda la música del subtexto, también para convertir tanta frase subordinada en historia oral.  

Tres libros originales publicados entre 2002 y 2003, cada uno compone una parte del espectáculo. El primer tercio es el más rico de ambos formatos, 'Los juegos feroces' tuvo un avance el pasado julio y se nota más trabajado. Épica de barrio, baraja de antihéroes, aires de spaghetti western postdramático con una adusta escenografía que recuerda al seminal '2666' del tándem Bolaño/Rigola. Si en la primera parte el punto de fuga es un concierto –con los intérpretes haciendo de músicos–, el segundo asalto muestra un club sórdido que atrapa al protagonista en el fango mafioso de la política. Para el remate final, el desorden del escenario profetiza la resaca olímpica que ha de llegar, con los niños pijos apropiándose del relato cultural.

Toda la parafernalia no tendría sentido sin una compañía a la altura del reto. Aparte de Auquer destacan Guillem Balart, todo un roba escenas a cada salto de personaje; Raquel Ferri, pura metamorfosis entre chulos y yonquis; David Climent con su arquitectura corporal y Xavi Sáez, que con su viscoso Ballesta cierra una temporada de personajes memorables. Si a Vicenta Ndongo le faltan momentos de lucimiento, a Bruna Cusí le falla la mecha como macarra pandillera. En todo caso, la partitura (especialmente la técnica) sonará mejor cuando el rodaje de los días conjure los nervios del estreno y así el Watusi escénico, como en la novela, caminará como si bailase. Esperemos que todo acabe en reposición, que nadie se quede sin su entrada para asistir a la gran fiesta.

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