Impunidad y rehabilitación

Louis C.K. o la prueba de que cancelar a un artista que cuenta con el favor del público es imposible

La proclividad del humorista a masturbarse en público había sido un secreto a voces desde muchos años atrás, asumida con resignación tanto por su poder en el mundo de la ‘stand up comedy’ como por la honestidad confesional de la que hacía gala sobre el escenario, poniéndose a sí mismo en el centro de sus chistes

El actor cómico Louis CK.

El actor cómico Louis CK. / KEVIN MAZUR

Nando Salvà

Nando Salvà

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

¿Qué trato merecen aquellas figuras públicas que cometieron abusos sexuales y mostraron arrepentirse de ellos, y qué cuenta como un acto de contrición verdadero? ¿Debería cualquier transgresión de esa índole conllevar la muerte profesional? Si no, ¿cuánto se supone que tiene que durar la penintencia? ¿Y hasta qué punto conlleva su rehabilitación una negación de la de sus víctimas? Son preguntas que surgen de forma casi inevitable al hablar de lo que conocemos como cultura de la cancelación, y que resultan especialmente dificiles de contestar al hacerlo concretamente del caso de Louis C.K.

En noviembre d 2017 vio la luz un artículo del diaro ‘New York Times’ en el que se acusaba al aclamado cómico estadounidense, creador y estrella de la magnifica teleserie ‘Louis’, había acosado sexualmente a numerosas compañeras de profesión; que, más concretamente, se había masturbado enfrente de ellas o les había pedido hacerlo. Inmediatamente, C.K. admitió en un comunicado que los testimonios de aquellas mujeres recogidos por el diario eran ciertos, y anunció que se iba a tomar un tiempo para, apartado de los focos, pensar en lo sucedido y aprender de ello. El documental ‘Louis C.K.: Perdón (o no)’, dirigido por Caroline Suh y Cara Mones y recién estrenado en Movistar Plus, examina las verdaderas repercusiones que el escándalo tuvo para su carrera, para quienes se habían visto afectadas por su comportamiento y para el mundo de la comedia en general. 

Louis C. K con su Grammy de 2018.

Louis C. K con su Grammy de 2018. / EPC

Publicado en plena eclosión del movimiento ‘#MeToo’, solo un mes después de que empezaran a salir a la luz los crímenes cometidos por Harvey Weinstein, el artículo del ‘Times’ tuvo consecuencias inmediatas: compañías creadoras de contenido como Netflix, FX y HBO cortaron sus vínculos con C.K. y ‘I Love You, Daddy’, la película que él acababa de dirigir y protagonizar -y en la que se describe la relación sentimental entre una adolescente y un hombre de 70 años acusado de comportamientos inapropiados-, fue poco menos que borrada del mapa; todas sus actuaciones y demás apariciones públicas fueron canceladas. Nueve meses después, sin embargo, ya estaba de vuelta sobre los escenarios de teatros y clubes de comedia, y no tardó en recuperar la popularidad y el favor de buena parte de su público en buena medida gracias a chistes que abordaban precisamente las acciones que habían conducido a su cancelación.

La película de Suh y Mones no defiende que C.K. tuviera que haber dejado de trabajar para siempre; más bien lamenta que ni él ni el mundo de la comedia estadounidense en general aprovecharan lo sucedido para hacer un examen de conciencia genuino. Para ello se sirve de fragmentos de entrevistas con figuras del mundo del humor, críticos culturales y las periodistas que desvelaron el caso, imágenes de archivo de actuaciones, titulares de prensa y publicaciones en redes sociales y, sobre todo, los testimonios de tres mujeres que en su día alzaron la voz: la cómica Jen Kirkman, que inicialmente señaló a C.K. en su podcast, en 2015; la artista Abby Schachner, que posteriormente relató cómo había oído al creador de ‘Louis’ masturbarse mientras hablaba con ella por teléfono; y la cómica y periodista Megan Koester, una de las primeras personas en informar sobre el comportamiento de C.K. Todas ellas explican en el documental el escarnio y el descrédito, el acoso en redes y los perjuicios profesionales que sufrieron tras hacer públicas sus experiencias. 

En la noche de los Emmy de 2017, el año en el que se destapó el MeToo.

En la noche de los Emmy de 2017, el año en el que se destapó el MeToo. / Reuters

Como la película asimismo deja claro, la proclividad del humorista a masturbarse en público había sido un secreto a voces desde muchos años atrás, asumida con resignación tanto por su creciente poder en el mundo de la ‘stand up comedy’ y en el de la televisión como por la honestidad confesional de la que hacía gala sobre el escenario, poniéndose a sí mismo en el centro de sus chistes a causa de sus compulsiones sexuales. Cuando las acusaciones emergieron, mucha gente pensó que no eran tan graves, sobre todo en comparación con los casos de Weinstein y Bill Cosby, y si bien C.K. inicialmente sufrió considerables pérdidas económicas y humillaciones considerables, fue dejando todo eso atrás. En 2022 ganó un Grammy gracias a su monólogo ‘Sincerely Louis C.K.’.

Suh y Mones trataron sin éxito de contar con su contribución al documental. Más llamativo resulta, eso sí, que no hayan participado ni las dos cómicas cuya confesión fue realmente la columna vertebral del caso mediático contra él, Julia Wolov y Dana Goodman, ni ninguna de las figuras más relevantes del humor que seis años atrás si se habían posicionado en su contra. Puede que esa ausencia, como alguien sugiere en un momento de la película, se deba a que en el mundo de la comedia son muchos quienes tienen vergüenzas que esconder, o tal vez tenga que ver con la capacidad intimidatoria recuperada por C.K. una vez rehabilitado.

Hay quien sostiene, por otra parte, que el ‘#MeToo’ en Estados Unidos ha perdido fuerza al contentarse con funcionar sobre todo como un mecanismo de búsqueda de venganza, manteniendo el concepto de abuso sexual asociado de forma igual de férrea a figuras como Weinstein y a aquellos miembros de la industria del espectáculo acusados de ‘ghosting’, infidelidades, flirteos excesivamente insistentes o -como en el caso del cómico Aziz Ansari- miopía a la hora de intuir lo que su cita de aquella noche estaba sintiendo. En última instancia, de todos modos, la única conclusión irrefutable a la que ‘Louis C.K.: Perdón (o no)’ acaba llegando acerca de su objeto de estudio es mucho más simple: por deseable que resulte para muchos, cancelar de por vida a un artista que sigue gozando del favor masivo del público es completamente imposible.