Narrativa breve

La argentina Magalí Etchebarne gana el Premio Ribera del Duero explorando el "humor en la tragedia'

La autora obtiene el galardón mejor dotado en su especialidad con el libro 'La vida por delante', que reúne cuatro relatos

La escritora argentina Magalí Etchebarne.

La escritora argentina Magalí Etchebarne. / Catalina Bartolomé

Elena Hevia

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Cinco estupendas escritoras quedaron finalistas en la VIII edición del Premio Ribera del Duero de Narrativa Breve impulsado por la editorial Páginas de Espuma. Cinco mujeres por primera vez. Han sido la peruana Katia Adaui, la mexicana Dahila de la Cerda, la española Nuria Labari, la uruguaya Fernanda Trías y la argentina Magalí Etchebarne. Y ha tenido que ser esta última, quizá la más desconocida de todas, la que se ha llevado el premio mejor dotado en su género (25.000 euros) por su libro ‘La vida por delante’. De Etchebarne, editora en Buenos Aires de Random House Argentina, Mariana Enriquez, presidenta del jurado, ha destacado que “encuentra humor en la tragedia y sabe de la tristeza con rabia y ternura”. 

‘La vida por delante’, que se publicará en España y Latinoamérica a partir del 8 de mayo, reúne cuatro cuentos largos marcados por la enfermedad, la pulsión de muerte, la importancia del duelo y el conflicto de pareja, servidos con lo que Rodrigo Fresán define como “desgarrado humor con una ceja enarcada”. La madre, el trabajo, la muerte y el amor se entrelazan en estas historias. Dice Etchebarne: “No sabía que existía una película española de los 50 cuando elegí el título. Eso de tener la vida por delante era algo que mi madre me decía mucho cuando yo era jovencita de una forma bienintencionada. Algo que yo consideraba engañoso porque si algo tienes es más bien el pasado, el futuro es impredecible. Y eso es lo que les pasa a mis personajes que se mueven en el desconcierto y se muestran perdidos”. 

Y conviene que ese sentimiento sea también algo generacional, no ya solo de la suya, ya que tiene 40 años, sino también de los más jóvenes. “Esa incertidumbre se ha acrecentado con la pandemia, ha hecho una especie de borrón y cuenta nueva con nuestras vidas y nos ha dejado sin la capacidad de imaginar un futuro”. Y a un nivel más concreto, aunque no le apetezca a explayarse en ello, siente que las expectativas que se abren en su país con el ascenso de Milei tampoco ayudan. 

Poemario de duelo

El tema de la maternidad, o mejor dicho de las relaciones madre e hija, bebe directamente de la obra anterior de la autora, 'Como cocinar un lobo', un libro de poemas que surgió tras el fallecimiento de sus padres y su obra más autobiográfica. En ella la pérdida se concretaba en ese momento terrible y definitivo que es vaciar de objetos y recuerdos la casa de la infancia, que aquel caso fue la de sus padres y anteriormente de sus abuelos. “Sin embargo, la madre que se evoca en este libro es una especie de Frankenstein monstruoso compuesto de muchas otras madres, pero no la mía en particular”.

La intención que le mueve es laminar posibles idealizaciones, en concreto respecto a la pareja, de ahí que el cuento protagonizado por una en crisis utilice la fricción entre ambos para hacer despegar a los personajes. Y todo ello con un tono ligero y humorístico marca de la casa. Sin embargo, a Etchebarne le preocupa un poco que el lector vaya con unas ciertas expectativas. Digámoslo: no son cuentos graciosos. “Es como cuando te dicen, lo que me he reído con esta película y luego vas y aquello no te arranca una sonrisa”. Ese tono ligero con el que relata situaciones graves le sirve, dice, para aliviar peso a lo relatado. “Se trata de evitar la solemnidad y de escribir lo que me gustaría leer” y ahí se hace un psicoanálisis exprés cuando dice que los hombres a los que más ha querido –“que tampoco son tantos”, ríe- han sido los que le han hecho reír. 

Hace unos años hubiera sido impensable que cinco mujeres -y ningún hombre- llegaran a la lista de seleccionados a un premio importante. Eso está diciendo algo de este momento histórico, “porque antes había mujeres que escribían, incluso en los tiempos del Boom” y constata que estos son tiempos espectaculares para ella y para ellos –“no quiero olvidarme de Federico Falco, Alejandro Zambra o Julián López. Son muy buenos”- y le molesta, asegura, que se produzca una generalización en cuanto a género. “Cuando un hombre habla de sentimientos es un tratado universal, cuando lo hace una mujer son nimiedades domésticas”. Además, puntualiza le gusta pensar que lo que hermana a las autoras latinoamericanas no es el hecho de que sean mujeres sino que hay en ellas una gran calidad y variedad. “Lo que hace Mariana Enriquez y lo hago yo son cosas completamente diferentes”. De ahí que para una mujer no exista una sola forma de escribir.