La caja de resonancia

¿Ya no se escriben críticas musicales destructivas?

La modulación de la crítica profesional coincide con la dureza que suele campar en las redes, y no es difícil ver una relación entre ambas tendencias. Cabe preguntarse si una evolución es consecuencia de la otra. 

Una tienda de discos en Barcelona.

Una tienda de discos en Barcelona. / Joan Puig

Jordi Bianciotto

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Es materia de conversación entre musiqueros la aparente blandura de la crítica musical actual (cultural, incluso) en comparación con otros tiempos, cuando las revistas propinaban severos palos a discos y conciertos. Sí, hoy dominan las evaluaciones suaves, tanto aquí como en la prensa anglosajona: notas de 7 y 8 sobre diez son la moneda común, así como las cuatro estrellas sobre cinco (también en este diario).

¿Nos hemos rendido al poder de la industria? No creo que sea eso. La prensa no vive de la publicidad de las discográficas. Y siendo hoy los medios más vulnerables, lo más astuto sería trinchar a todo bicho viviente, dada la tan simpática tendencia de las redes a premiar la negatividad y la presunción de espíritu crítico. A veces, bajar el pulgar es lo más fácil. Divertido incluso.

Hay otros motivos. Uno de ellos, que si tienes un espacio limitado más vale que lo dediques a hablar de obras que valgan la pena. Y salen muchísimas a diario, porque se publica más que nunca. Otro es que la crítica pop antes era más sectaria y podía pasar por las armas un álbum solo porque era heavy o progresivo cuando lo que molaba era el paradigma punk. Luego, hoy los músicos son, en términos ejecutivos, mejores que antes, y producciones y conciertos suelen ser más afinados.

Al fin y al cabo, lo que queda es el gusto de cada uno, y no te vas a cargar un disco porque a ti no te complace la estética musical elegida. Se trata de discutir el acierto y la inspiración, pero con un ánimo más conversador e interpretativo que puramente justiciero. Y es ahí donde está hoy la crítica musical, más enfocada a la comprensión de la obra y a transmitir sus claves para que el lector saque sus conclusiones.

Añadiré que, a título personal, con los años he desarrollado una identificación con las circunstancias del artista que me priva de sacar el hacha a la primera de cambio (salvo casos flagrantes). También trato de entender más al público. Y creo que ya hay suficientes proporciones de estrés, exhibicionismo y señalamiento tóxico en las redes como para que los que figura que somos profesionales de la información no tratemos de marcar un poco la diferencia.

Hoy lo más revolucionario es la serenidad y ponerse en el lado del otro. Diciendo lo que haya que decir, pero sin utilizar, por ejemplo, una obra cultural para situarte por encima de ella y dictar al mundo lo que debe hacer, una perversión de la crítica que yo mismo puedo haber practicado en el pasado. Y sí, para postureos ya está X (antes, Twitter).

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