Crítica

Un ‘Rinaldo’ cinco estrellas en el Palau

La ópera de Händel brilla con las intervenciones de los virtuosos Carlo Vistoli, Emöke Barath y Chiara Skérath, junto a la orquesta Les Accents

Carlo Vistoli, Chiara Skerath y Emoke Barat, las estrellas del 'Rinaldo' del Palau

Carlo Vistoli, Chiara Skerath y Emoke Barat, las estrellas del 'Rinaldo' del Palau / Antoni Bofill

Pablo Meléndez-Haddad

Pablo Meléndez-Haddad

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Con la ópera mágica ‘Rinaldo, HWV 7a’, de Georg Friedrich Händel, se inauguró el martes una nueva entrega de la temporada Palau Òpera del Palau de la Música Catalana. Una vez más el rey del teatro musical barroco, el ‘caro sassone’, se coronó como gran triunfador gracias a una lectura delicada e intensa del conjunto francés Les Accents, que dirige el concertino Thibault Noally, un virtuoso que se impuso ya desde la 'Sinfonía'; la orquesta, de una veintena larga de brillantes efectivos, fue creada en julio de 2014 al alero del Festival International de Ópera Barroca de Beaune. A pesar de su juventud, demostró madurez y una acción de conjunto enteramente convincente; estuvo impresionante, por ejemplo, en el preludio del rapto de Almirena, en la batalla final o en las arias de salida de Argante y Armida.

Con libreto de Giacomo Rossi, ‘Rinaldo’ se estrenó en su versión primigenia en Londres en 1711 antes de sufrir diversos cambios durante las dos décadas en las que se paseó con gran éxito por los escenarios y de, posteriormente, caer en el olvido. Alejada del repertorio por un par de siglos, salvo por su aria 'Lascia ch’io pianga', en la actualidad ya no es un bicho raro en el panorama lírico internacional. Su versión de 1731, por ejemplo, se ofreció en el Festival de Peralada en su edición 2018, aunque en el Liceu esta fantástica ópera sigue a la espera de estrenarse.

Ofrecida en versión de concierto y con mínimos cortes, los intérpretes no renunciaron a una mínima recreación escénica con el objetivo de hacer más comprensible una obra que, por otra parte, contó con sobretítulos. En esta ocasión el contratenor Carlo Vistoli, uno de los tantos hijos pródigos de William Christie y su Jardin des Voix, interpretó al héroe Rinaldo brindando un retrato soberbio, poderoso, sobrado de medios, de amplia tesitura, proyección y gran capacidad dramática; su aria 'Cara sposa' pareció esculpida en terciopelo, al igual que la impresionante 'Venti, turbini', que pasó por el Palau como un huracán de virtuosismo.

Como la malvada Armida, la hechicera (y también en el breve papel de una Sirena), volvió a descollar en el escenario modernista la soprano Emöke Barath, una de las cantantes especializadas en este repertorio que más alegrías está brindando a los amantes del género. Ella lo tiene todo, un timbre luminoso, una gran facilidad para las agilidades, cómodo control del ‘fiato’ y una considerable expresividad. Como Almirena –y en un par de roles menores–, la fantástica soprano Chiara Skérath se mostró siempre segura y, sobre todo, expresiva, dando muy bien la réplica en todas y cada una de sus intervenciones.

También consiguió conquistar al público la mezzo Lucile Richardot en el papel del noble Goffredo, con una admirable proyección y una dicción clara y transparente. La contralto Anthéa Pichanick, como Eustazio, el hermano de Goffredo, lució un timbre atractivo y gran facilidad para ornamentar, aunque sin graves extremos demasiado sólidos. El rey musulmán Argante fue defendido por el barítono Victor Sicard con una voz todavía por asentarse, bien en la coloratura, pero tirante en el agudo.

Un gran triunfo que vuelve a colocar a este ciclo del Palau en uno de los centros neurálgicos de la lírica barcelonesa.

Suscríbete para seguir leyendo