Crítica de danza

Natalia Osipova da una lección de madurez artística en el Coliseum

Valèria Gaillard

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El Messi del mundo de la danza, la bailarina rusa Natalia Osipova, estrenó ayer Force of Nature en el Teatro Coliseum de Barcelona, donde hace parada hasta el viernes. Se trata de un espectáculo heterogéneo que celebra la belleza y la potencia del arte del movimiento desde una perspectiva amplia y variada. Hay que decir que Osipova ya no es una simple bailarina, una estrella más del Royal Ballet, sino que está en las primeras posiciones de las Top 10 bailarinas del siglo. Y un genio no tiene edad, es pura creación y talento. Así lo demostró ayer ante un público entregado que ya no espera de ella —con sus 37 años— el dichoso rigor de una técnica clásica impecable, sino la personalidad de una artista como la copa de un pino, capaz de inundar el escenario con su sola presencia. Y el público, a pesar del precio de las entradas (140 euros en platea) no faltó a la cita, aunque tampoco llenó el teatro.

Si la última vez que pudimos disfrutar viendo bailar Osipova fue en el Gran Teatre del Liceu en el marco de una gala de estrellas en septiembre de 2021, aquí la novedad es la presentación del Bloom Dance Project, la compañía que ha creado con su marido, el también bailarín y coreógrafo Jason Kittelberger. A su lado interpreta un par de piezas y se puede apreciar que son dos bailarines de horizontes diferentes —él viene de la danza contemporánea, pero al mismo tiempo una complicidad los acerca artísticamente.

Giros de leyenda

El espectáculo empezó con danza clásica: un arriesgado paso a dos de 'El Corsario' para romper el hielo. Osipova fue recibida con aplausos nada más salir al escenario, sonriendo y luciendo musculatura (no llevaba medias). La bailarina demostró que está en plena forma, con sus equilibrios y sus giros ya de leyenda. Su pareja, el joven Giorgi Potskhishvili, principal del Dutch National Ballet, no se dejó eclipsar. Enlazó unos grandes saltos originales y enrevesados que recordaban los de las películas de artes marciales pero aquí sin efectos especiales. El público estaba pasmado. Lástima que no salió más.

El resto del programa se integraba de piezas contemporáneas a través de las cuales Osipova busca reinventarse y encontrar en su propio cuerpo un nuevo lenguaje más expresivo y personal. Con el pelo suelto y con puntas, interpretó 'Bach to Bach', de Shahar Biniamini, al lado de Joseph Kudra con movimientos que recordaban la escena de la locura de 'Giselle' —uno de sus papeles fetiche—, mientras que en 'Ashes', con su marido Jason Kittelberger —coreógrafo también de la pieza— recuperaba algunos movimientos de la danza de carácter rusa y se enrollaba en una alfombra a lo Cleopatra. 

Enorme calidad con y sin puntas

Del segundo acto destacó 'La Pucelle d'Orléans' interpretada por la veterana Daria Pavlenko y coreografía de Pawel Glukhov, un homenaje a Juana de Arco impactante y magnético, mientras que Joseph Kudra y Emma Farnell-Watson protagonizaron un dúo contemporáneo, 'Verletze Haut', de Kittelberger, con una gran calidad de movimientos y elevada compenetración. Como no podía ser de otra manera, cerró el espectáculo Osipova, que de nuevo se calzó las puntas para 'Valse Triste' con Reece Clarke. Se trata de una pieza divertida y risueña coreografiada por Alexey Ratmansky en la cual la bailarina rusa se encontraba en su salsa, con su bonito trabajo de brazos y su expresión de preciosa muñequita rusa. La cuestión es que sabe cambiar de registro y que dio toda una lección de madurez artística. Al salir había quien las dos horas de espectáculo se le habían hecho muy cortas. 

Esta fuerza de la naturaleza estará tres únicas noches y vale la pena no perdersela.