Libros y series

Más allá de 'El problema de los tres cuerpos' | China mira a las estrellas a través de su nueva ciencia ficción

La ambiciosa trilogía de Cixin Liu, en la que se basa la nueva serie de los creadores de 'Juego de tronos', es el mascarón de proa de la nueva ola de la ciencia ficción china

Netflix lanza el tráiler de 'El problema de los tres cuerpos', la nueva serie de los creadores de 'Juego de tronos'

Cixin Liu, autor de 'El problema de los tres cuerpos': "No quiero ser un profeta"

Cixin Liu, en su última visita a Barcelona.

Cixin Liu, en su última visita a Barcelona. / JOAN PUIG

Ernest Alós

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La República Popular China quiere enviar una sonda a la Luna para plantar patatas... y como primer paso para una misión tripulada. Pero una China que busca en el espacio su reconocimiento como gran potencia no se limita a planificar su salto a nuestro satélite. Sus escritores, no muy bien vistos aún pero ya no perseguidos como en la Revolución Cultural, también imaginan viajes a las estrellas. Y no se conforman en pensar en patatas extraterrestres (eso queda para el ‘marciano’ Andy Weir) sino que lo hacen a lo grande. Y el que más, Liu Cixin (Cixin Liu en sus ediciones occidentales), el autor de la (ambiciosa es decir poco) ‘Trilogía de los tres cuerpos’, cuya adaptación como serie lanzará Netflix el próximo mes de marzo y el tercero de cuyos volúmenes, ‘El fin de la muerte’, se publicó en España en 2018 (tras ‘El problema de los tres cuerpos’ y ‘El bosque oscuro’, todos publicados por Nova).

Cixin Liu fue el primer escritor chino en ganar el premio Hugo a la mejor novela. Se ha convertido en un fenómeno millonario en su país y en el mascarón de proa (junto con el sinoamericano Ken Liu, traductor, divulgador y él mismo escritor) de la nueva ciencia ficción china. ¿Pero hay algo más?

Pues sí. Una ambición enorme que en ‘El fin de la muerte’ alcanza cotas cósmicas jugando con el fin de la expansión del universo y la especulación sobre dimensiones hasta llevar el tema del ‘first contact’ entre humano y extraterrestre a niveles de atrevimiento similares al ‘2001’ de Arthur C. Clarke, el ‘Contact’ de Carl Sagan o la película ‘Interstelar’ de Christopher Nolan. Y añadir aquí una referencia cinematográfica no es baladí: tras una frustrada adaptación en forma de largometraje que se quedó en las estanterías de una productora china en 2017, la adaptación de la trilogía de Cixin Liu a cargo de los responsables de 'Juego de tronos' puede convertirse en la segunda serie más cara de la historia de la TV, con un presupuesto de 200 millones de dólares para los ocho capítulos de la primera temporada.

Mejor pasar desapercibidos

‘El problema de los tres cuerpos’ daba inicio a la aventura de la humanidad que siglos más tarde remata ‘El fin de la muerte’: una astrónoma china comete la irresponsabilidad de lanzar una señal al espacio que delata la existencia de una civilización inteligente en la Tierra. Error. El universo es un bosque oscuro (título de la segunda novela) lleno de depredadores, y delatarse haciendo ruido no es lo más prudente –“como responsabilidad hacia nuestra propia civilización debemos ser conservadores. El ejemplo es el de los propios humanos: cuando dos civilizaciones se encuentran, la más débil tiene todas las de perder, como sucedió cuando España conquistó América", nos explicaba Liu en su última visita a Barcelona, en 2017-. A partir de aquí, 1.800 páginas que dan para mucho. Con varias novelas dentro de la novela.

No todas ellas, debe advertirse, igualmente digeribles para el lector occidental. Cixin Liu puede brillar en algunas fases –el videojuego que sirve de contacto con la civilización extraterrestre de Trisolaris, la reconstrucción de qué formas de vida podrían desarrollarse en un planeta anclado a un sistema de tres soles en órbitas impredecibles, los recuerdos de la Revolución Cultural, la brutal imaginación que demuestra al imaginar los posibles cambios sociales que pueden desencadenar saber que la invasión alienígena llegará inevitablemente al cabo de cuatro siglos, los combates en el Sistema Solar y más allá, las mil y una soluciones imaginadas para hacer frente a la amenaza, el descubrimiento de las consecuencias de que en ese bosque oscuro no haya solo un depredador sino muchos, pero muchos...- y puede resultar un auténtico choque culturales en otras.

Veamos. La sensación de extrañeza que un occidental puede sentir al leer en un diario una expresión del cariz de que “el pensamiento de Xi Jinping sobre el socialismo con peculiaridades chinas de la nueva época” ha entrado a formar parte de la Constitución puede experimentarla en ocasiones el lector de Cixin Liu. Aparte de los elementos de ‘thriller’ conspirativo más bien inocentes, están esas reuniones protocolarias de jerarcas y técnicos subordinados, ese estoicismo unidimensional de algunos personajes, esa creación de conceptos que suenan a ideograma intraducible –“ataque de bosque oscuro”- o desviación revisionista que te lleva al campo de reeducación –los “escapistas”- quizá se nos puedan resistir... pero incluso estos momentos pueden tomarse como una incursión, por una vía tan insospechada como la de la ciencia ficción, a la mentalidad del gigante asiático en pleno proceso de transformación.  

La nueva ciencia ficción china

Una experiencia en la que no está solo Cixin Liu. Su traductor al inglés (y muy notable autor de cuentos de ciencia ficción y de fantasía épica) Ken Liu está detrás de ‘Planetas invisibles’ (Runas), una antología de la ciencia ficción china publicada en 2018. A los relatos de Ma Boyong y su mezcla de tradiciones milenarias y fantasía, Hao Jingfang, representado con un cuento distópico y otro cercano a Italo Calvino, la surrealista Tang Fei, el onírico Cheng Jingbo, la ciencia ficción dura de Cixin Liu, el postciberpunk Che Qiufan y la más literaria Xia Jia les acompañan ensayos de los tres últimos y del propio Ken Liu, quien pide al lector que los textos no se lean en clave de crítica camuflada al régimen. Al menos, no solo como tales.

“Como el resto de escritores de cualquier parte del mundo, los autores contemporáneos chinos están interesados en el humanismo, la globalización, los avances tecnológicos, la tradición y la modernidad, las desigualdades en riqueza y privilegios, la mejor y conservación del medio ambiente, la historia, los derechos, la libertad y la justicia, el amor y la familia, lo hermoso de expresar sentimientos a través de las palabras, jugar con el lenguaje, la grandeza de la ciencia, la emoción de los descubrimientos o el significado dela vida misma. Flaco favor le hacemos a la obra si no nos centramos en estas cosas sino en la geopolítica”, argumenta el antólogo.

Aunque sea difícil separar la política de la evolución del género en aquel país. La ciencia ficción, explica Cixin Liu, desde su origen a principios de siglo, con ‘New China’, de Lu Shi’e (1910), “se convirtió en una herramienta de propaganda para los chinos que soñaban con un país fuerte y libre de depredadores coloniales”, una tendencia que vuelve a surgir en su nueva ola de autores después de que durante el comunismo, explica Xia Jia, la ciencia ficción “como rama de la literatura socialista, fuese la responsable de divulgar el conocimiento científico, además de describir un bello plan de futuro”.

Crítica disimulada

Enfrentado a la realidad absurda de la China contemporánea, el autor no puede explorar ni expresar por completo las posibilidades de la extrema belleza y la extrema fealdad sin recurrir a la ciencia-ficción”, escribe en cambio el más crítico Chen Qiufan, que lamenta que “entre la sensación de fracaso individual y la llamativa exhibición de prosperidad nacional existe un abismo insalvable”. Si las microfantasías de los chinos de a pie “se estrellan”, reflexiona, “la macrofantasía continúa imbatible”.

“Al leer ciencia-ficción occidental, los lectores chinos descubren los miedos y las esperanzas del Hombre, del moderno Prometeo, sobre su destino, que es también creación suya. Quizá los lectores occidentales puedan leer ciencia-ficción china y experimentar una modernidad china alternativa que les inspire para imaginar un futuro alternativo”, concluye Xia Jia.