Liceu

El brillante retorno de la ‘Carmen’ de Bieito

El Liceu recupera la ópera de Bizet en el célebre montaje del director burgalés, que ya lleva 25 años en la carretera ‘Carmen’

Un momento de 'Carmen', de Bizet, con puesta en escena de Calixto Bieito

Un momento de 'Carmen', de Bizet, con puesta en escena de Calixto Bieito / Joan Cortadellas

Pablo Meléndez-Haddad

Pablo Meléndez-Haddad

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La producción de Calixto Bieito de ‘Carmen’ para el Festival Perelada de 1999 que en septiembre de 2010 volviera a la vida en el Liceu es la historia de uno de los montajes más viajados del planeta ópera; se ha visto tanto en América como en diversos escenarios europeos, desde París a Palermo. Editada en DVD, en Peralada y en el Liceu fue recibida con aplausos y abucheos, rechazo que se fue desvaneciendo con el paso de los años. Cada cierto tiempo vuelve para fascinar y batir récords, habiendo sido vista hasta el momento por un par de generaciones y, aunque no la monte el ‘regista’ burgalés en persona, mantiene su sello en la genial escenografía de Alfons Flores, el descriptivo vestuario de Mercè Paloma (parcialmente renovado para Micaëla y Carmen en el último acto) y en la atmosférica iluminación de Alberto Rodríguez, actualizando el mito de la cigarrera sevillana y llevándola a una Ceuta fronteriza y decadente en el sueño de Lillas Pastia, personaje que Bieito introduce para dar sentido a su montaña rusa de emociones.

Sórdida y cruel, su ‘Carmen’ sigue provocando a pesar de su longevidad, ya que la violencia machista es tristemente vigente; con esta idea primigenia la mirada del director transforma la obra maestra de Bizet en drama universal. La versión sigue transgrediendo y dejando la retina húmeda con el perfil de sus personajes, la niña sexualizada, la coreografía de coches o el toreo bajo la luz de la luna ante el toro de Osborne. Por todo ello las incoherencias entre lo que pone el libreto y lo que se ve en escena –incluyendo la hiperactividad de Coro y figurantes– se transforman en anécdotas, mientras (¡horror!) el reparto y la dirección musical casi que pasan a un segundo plano, algo inconcebible en un montaje operístico.

En esta reposición–dedicada al fallecido Luis López de Lamadrid, ex director del Festival Peralada– Josep Pons subió al podio con 'tempi' casi siempre poco arriesgados, a ratos soporíferos y hasta erráticos, en general sin claroscuros para brindar adecuado nervio teatral; el Coro se mostró algo perdido ¡incluso en la 'Habanera'! y la Simfònica liceísta tampoco tuvo su mejor noche.

Del reparto destacó el entregado Don José de Michael Spyres, que supo dar carácter al personaje con unos medios extraordinarios, junto a un Simon Orfila todo madurez como un Escamillo pletórico y a la Micaëla delicada y vulnerable de Adriana González, en impecable forma vocal. La Carmen de Clémentine Margaine, de maravillosa dicción francesa, tras superar algún problema de afinación se fue relajando hasta brindar un dúo final elecrtrizante. Entre los secundarios destacó el cuarteto formado por la Frasquita de Jasmine Habersham, la Mercédès de Laura Vila, el Remendado de Carlos Cosías y el Dancaïre de exportación de Jan Antem.

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