Raphael sigue siendo aquel en el Palau Sant Jordi

Miqui Otero

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Raphael primero entra y luego se hace la luz. La enciende con su gesto divino: levanta el brazo, gira la muñeca, enrosca la bombilla y solo entonces baja el brazo. Esta vez, en su concierto de la gira 'Victoria' en el Palau Sant Jordi, pasó a los seis minutos y 58 segundos. Y la gente enloqueció. Ojalá un mundo donde hasta los lampistas recibieran ese cariño por esa acción.

Antes, el concierto arrancó con el prólogo habitual: sus tres coristas, sus dos baterías, su pianista, sus dos guitarras y su bajo tocando la versión instrumental de 'Yo soy aquel'. Y luego entra 'aquel', es decir: Raphael, que un día dijo: "Muchos se parecen a mí, pero yo no me parezco a nadie". Así que si él es aquel y no se parece a nadie, ese 'aquel' tiene que ser algo parecido a Dios, que es como ven al artista todos los que esta noche han venido. Y entonces, unos 45 segundos después de las ocho de la noche, la hora programada para el arranque, aparece, vestido con una americana de lamé plateado, Albal elegante, y la gente, claro, en pie.

Raphael en concierto en el Palau Sant Jordi

Raphael en concierto en el Palau Sant Jordi / JORDI COTRINA

'La noche'

Raphael, con una voz que se puede calificar de dignísima sin tirar de paternalismo ni hipérbole, con menos vibrato, pero sin abuso de reverb, atacó luego 'La noche'. Y a continuación el primer single de su nuevo álbum, titulado 'Victoria'. La canción lleva por título 'De tanta gente'. Y toda esa gente, las 6.000 personas que reunió en el Sant Jordi en formato anfiteatro, ya se la sabían. Y al final de esta, enrosque de bombilla y americana fuera. El hombre de negro. Con ocasionales proyecciones multipantalla de aquel, es decir, de Raphael en recitales de décadas antes, cuando Janis Joplin o Jim Morrison, de su misma edad, aún vivían.

La ristra de hits posteriores fue de aúpa, en especial porque muchos de ellos los tocó en clave bailable, con las versiones de su disco 'Resinphónico'. Así sonaron 'Digan lo que digan' y 'Mi gran noche'. Esta última la cantó más el público que él, pero es absolutamente comprensible, porque: a) Cuando llevas 60 años en escena, tus canciones son de tus fans más que tuyas; b) Fue una buena noche para Raphael, pero fue una gran noche para sus fans.

Raphael en concierto en el Palau Sant Jordi

Raphael en concierto en el Palau Sant Jordi / JORDI COTRINA

Grandes fans

Un pequeño rodeo en esta transcripción. Los mejores artistas tienen a grandes fans: la última vez que este cronista escribió sobre él en el Sant Jordi hasta encontró a uno que le debía a Raphael una botella de whisky (la ganó imitándole en un pub de Badalona). A mi lado, Juan Pablo, colombiano que vive en Barcelona desde hace 20 años, me dice que Raphael es "un guion de vida" para él. Su padre, bohemio y problemático, era devoto, hasta que se lo llevó el covid. Ahora su hijo regala videollamadas a su tía y también a su abuelo, que en la pantallita cantan estas canciones desde su casa a 8.033 kilómetros de aquí.

Como 'La canción del trabajo', en opinión del cronista la primera canción ska del pop español. Pero también otras baladas y medios tiempos como 'Provocación' o 'A punto de besarte', pensadas para un piano bar y, por alguna extraña razón, idóneas en un pabellón olímpico. Raphael, muy acertado, no dio ninguna pena, pero hizo llorar a unos cuantos hasta con canciones de su último disco, como 'Lo saben mis zapatos', compuesta, como el resto del álbum, por Pablo López. Pero también provocó bailoteos con el arreglo beatlesco de 'Day tripper' en 'Estuve enamorado'. Es Raphael, claro, que a sus 80 años acabó a capella, sin microfonar, 'A que no te vas' (el público tampoco le habría dejado irse).

Raphael en concierto en el Palau Sant Jordi

Raphael en concierto en el Palau Sant Jordi / JORDI COTRINA

Un día más en la oficina para Raphael, una gran noche para sus fans, que tuvo parada en el 'Tamborilero' (aquí la Navidad empieza cuando él, y no el Rey, lo dice), que rozó el ídem con 'Escándalo' y que remató con 'Como yo te amo'. Tanto como lo ama su público. Uno sale de un concierto de Raphael queriendo usar la 'ph' para todo: para comerse un 'phalaphel', para escribir que es 'phantástico', 'phenomenal', 'phabuloso'.

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