Crítica de ópera

El mito de Medea deslumbra en el Liceu

La desconocida versión operística de Charpentier subió por vez primera al escenario de La Rambla con un Simon Rattle en estado de gracia

Magdalena Kožená y Reinoud van Mechele, Medea y Jasón, este lunes en el Liceu

Magdalena Kožená y Reinoud van Mechele, Medea y Jasón, este lunes en el Liceu / Liceu / Antoni Bofill

Pablo Meléndez-Haddad

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Que el Liceu continúe ampliando su repertorio operístico, aunque sea a golpe de versiones de concierto, es una gran noticia, más todavía cuando llega con la firma de un grande de la dirección orquestal como es Simon Rattle. Al mando de la Freiburger Barockorchester, del Staatsopernchor Berlin y de un selecto grupo de solistas que en estos días la representan en la Staatsoper Unter den Linden en un montaje de Peter Sellars, el lunes se integró al 'corpus' liceísta, en una única sesión, ‘Medée’ de Marc-Antoine Charpentier, una poco representada ‘tragedie mise en musique’ en un prólogo y cinco actos sobre un libreto de Thomas Corneille. Esta ópera francesa temprana, estrenada en 1693, cuando el género se encontraba en plena consolidación –en cada país con su acento particular–, mira con gran crudeza al mito de la mujer que mata a sus hijos para vengar su amor, ya que compositor y libretista no se fueron por la tangente para aminorar el horror de la tragedia de Eurípides.

Quizás a ese espanto se debió su rápido olvido, aunque la musicología moderna apunta más bien a lo italianizante de la partitura en una Francia que apostaba por la revolucionaria imaginación de Lully. Tras el estreno parisino –a instancias de la Académie Royale de Musique del rey Sol–, al que le siguieron unas pocas representaciones y una reposición en 1700 en Lille, la obra durmió en el olvido hasta que se ofreció en un concierto radiofónico en 1976 bajo la batuta de Jean-Claude Malgoire. En 1984 volvió a la escena en la Opéra de Lyon, en una producción de Robert Wilson. Pero son pocos los escenarios que han apostado por ella.

Con un rol titular realmente extenuante, la mezzo Magdalena Kožená la incorporó en 2015 en una puesta en escena de Nicolas Brieger, y ahora ha vuelto al personaje para llevarlo a la Ópera de Berlín y al Liceu. La cantante checa, casada con el maestro Rattle y que recientemente descollara en el Gran Teatre con su interpretación de Octavia en ‘L’Incoronazione di Poppea’, volvió a impresionar por su gran expresividad, dramatismo interpretativo y dominio absoluto del personaje, negociando con inteligencia los graves. Su 'Quel prix de mon amour' fue pura magia contando con el apoyo de un Rattle en estado de gracia, ovacionado por el público por su espléndido trabajo.

Tanto ella como el resto de solistas se vieron beneficiados en proyección al ubicarse delante de orquesta y coro, muy integrados en el patio de butacas. Como Jason se contó con el espléndido tenor belga Reinoud van Mechelen, de prodigioso y generoso timbre, fraseo ideal y dicción impecable, quien se enamora de la impecable Créüse de Carolyn Sampson. El papel de Créon recayó en un hábil Luca Tittoto, cómodo en todo el registro y el barítono húngaro Gyula Orendt interpretó un Oronte siempre concentrado, aunque dueño de una emisión un tanto amanerada.

La soprano Jehanne Amzal asumió con voz segura y ligera los roles de Cléone y Amour y completaron el reparto Markéta Cukrová como Nérine y Bellone, un sonoro Dionisyos Avgerinos como La Vengeance y, por último, el joven y dotado tenor chileno Gonzalo Quinchahual interpretando con soltura a Arcas y La Jalousie.