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Gordofobia: de Alfonso Guerra a Carmen Lomana

Un 22% de españoles llevaría mal tener un jefe con sobrepeso u obesidad

Guía para entender la presión estética

Carmen Lomana y Pilar Vidal

Carmen Lomana y Pilar Vidal

Anna R. Alós

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La gordofobia ataca desde lenguas varias. La agresión más reciente se ha producido hace tan solo unos días en el programa Espejo Público de Antena 3. La periodista Pilar Vidal secaba lágrimas en directo con estas palabras: "Me ha llamado gorda, que lo sepa toda España. La señora Carmen Lomana, que va de paz, amor y supereducación, me ha llamado gorda". O sea, se acabó la paz, amor quizás nunca hubo, y la educación se fundió con una opinión de ataque frontal que la mayoría justifica por asuntos de salud porque algo habrán leído. Que Lomana la padece, la gordofobia, está fuera de toda duda, que también se cubrió de gloria cuando dijo de la Infanta Sofía: "No habría enseñado tanta pierna, porque no ha salido a su madre, ha salido a la otra parte, y las tiene un poco gordas".  

La presentadora de televisión Adriana Abenia, que felizmente dice “seamos honestos, la obesidad acarrea problemas como diabetes, accidentes cerebrovasculares, cáncer, hipertensión… por supuesto que las personas que sufren esta enfermedad tienen derecho a vestirse, pero no sirva como ejemplo estético para otras mujeres”, regala al público una conclusión lectora: los delgados no sufren diabetes, ictus o cáncer, y los que pasan de la talla 40 no tienen derecho a la publicidad.

Otra televisiva, la vasca Tania Llasera, comentó recientemente en sus redes: "Para mí la salud es sexy. La lozanía y el sentido del humor es para mí donde reside el auténtico atractivo. Y depende quien me diga que estoy fea o gorda... a veces les miro y pienso: voy bien si esa persona me lo dice, voy genial por este camino". Y Cristina Pedroche no se cortó al afirmar: "No me importa nada en absoluto que algunos digan que estoy gorda. Estoy muy feliz con mi cuerpo, con mi constitución y con mi genética. Muy orgullosa de ser como soy y me encantaría que vosotros también lo estuvierais, que nunca nadie os haga sentir pequeños o débiles por un comentario. Está claro que no podemos gustar a todos pero a quien siempre debéis gustar es a vosotros mismos".

Otras mujeres que han oído “estás gorda” son Vicky Martín Berrocal, que dice con seguridad: “Me miro al espejo y me gusto… es lo único que me importa”; o Marisa Jara, que responde: “Hay que tener muchísima fuerza interior, carácter y sentirte tú muy guapa por dentro, muy segura porque eso está claro que lo reflejas por fuera”. Selena Gómez es contundente al afirmar: "El mito de la belleza: una obsesión por la perfección física que atrapa a la mujer moderna en un ciclo interminable de desesperanza y odio por sí misma". Y Meghan Markle rechazó cualquier tipo de dieta tras sus partos aceptando sus cambios con naturalidad, por lo que fue severamente cuestionada. En defensa del aumento de peso de Paulina Rubio, fue su madre, Susana Dosamantes, quien dijo: “Lo gordo se quita, lo estúpido no". 

Nada nuevo en este asunto y, evidentemente, suele padecer esta enfermedad, la de la gordofobia, la gente muy delgada. La sufría y sufre Alfonso Guerra, el que fue vicepresidente del Gobierno de Felipe González, que declaró que no le gustaban los gordos, que le gustaba la gente delgada y su amor platónico era, y es, Audrey Hepburn. 

Isabel Preysler y la elegancia

El icono social de finales del siglo pasado y algunos años del actual y que aún provoca algún pie de foto, la filipina Isabel Preysler, dijo en un programa de televisión que una mujer gorda nunca podía resultar elegante. Se armó la gorda, precisamente, porque al día siguiente apareció en el mismo programa el modisto Pedro Rodríguez flanqueado por dos damas talla 50 exquisitamente vestidas por él. El diseñador argumentó que la elegancia es una actitud, no una talla. Una frase que muchos se adjudicaron posteriormente.

Los ‘haters’ temblaron de pavor cuando Tamara Falcó engordó de forma ostentosa antes de su boda con Íñigo Onieva. Las redes sociales se llenaron de preguntas sin respuesta, de exclamaciones, de críticas. Incluso Bibiana Fernández se pronunció acerca de ello en el programa de Ana Rosa Quintana diciendo que el principal problema de la famosa era perder peso, y que todos los gordos que conoce lo están por comer en exceso. Y añadió: "Antes de llegar a los 120 (kilos) se tienen 80 y no se pone remedio”. Falcó dijo tener problemas con la tiroides y de ahí su aumento de peso. 

Kate Winslet y Jennifer Lawrence son dos actrices en permanente lucha contra el peso por exigencias del guión, pero están lejos de vivir amargadas por ello. Lawrence cuenta que al comenzar su carrera alguien la llamó “gorda” y le afectó, pero recientemente declaró: "Ahora, si a alguien se le ocurre aunque sea susurrar la palabra 'dieta', yo le digo: 'Puedes irte a la mierda'".

Kate Winslet y Jennifer Lawrence

A Winslet le dolía que cuestionaran su peso, y también ha declarado que llegó a aceptarse y le importa poco que opinen de ella en este aspecto. Abanderada contra los retoques digitales para mejorar el aspecto físico, la actriz montó en cólera cuando el director de la serie 'Mare of Easttown' quiso reducir el perfil de su barriga. No era la primera vez que ocurría algo semejante, ya años antes hizo retirar de la venta una revista que la había “adelgazado” dos tallas.

Los hombres no escapan a las oscilaciones de peso ni a las críticas, como Val Kilmer o Leonardo di Caprio. James Corden defiende el tema diciendo: "Si burlarse de los gordos y las gordas consiguiera de verdad que adelgazaran, creedme, no habría niños gordos en los colegios y yo tendría unos abdominales como una tableta de chocolate". A John Travolta le importa menos que nada su aumento de peso, de hecho sigue siendo aplaudido cundo emula bailando a sus propios personajes en 'Grease' o 'Pulp Fiction'. Russell Crowe aumentó los 36 kilos que le cuesta perder para interpretar a Roger Ailes, fundador de Fox, del mismo modo que Robert de Niro aumentó 27 para interpretar al boxeador Jake La Motta en 'Toro Salvaje' y Christian Bale para ser el vicepresidente Dick Cheney en 'El vicio del poder'. Aunque el récord masculino lo ostenta Brendan Fraser, que engordó 130 kilos para su papel en 'The Whale' y ahí sigue, instalado en la obesidad aunque con un Oscar por su interpretación.

La contrapartida a la gordofobia es el 'body positivity', lo que significa estar feliz con el propio cuerpo. Se trata de un movimiento promovido por activistas que empoderan a las personas independientemente de su aspecto físico, del color de su piel o de sus incapacidades. Las etiquetas desaparecen y ahí comienza la lucha contra los estándares estéticos impuestos principalmente por la moda.

La defensa de las curvas

Todos los cuerpos tienen voz, cada uno la suya, y ahí están para quien quiera escucharlos, un mensaje que desde la escultura lanzó Fernando Botero al ensalzar las curvas, masculinas y femeninas. También lo hizo envuelta de no poca polémica Marianne Lindberg con su escultura en el exterior del Museo de Arte de Växjö, en Suecia: dos mujeres cara a cara, una obesa y otra anoréxica.

Lo que no cuentan tertulianos y ‘haters’ gordofóbicos, y sin embargo afirman psicólogos y médicos, es que detrás de un exceso de peso suele haber razones que van más allá de los asuntos estéticos, desde una depresión a una seria enfermedad. Al igual que detrás de la obsesión por la delgadez, o de los tratamientos estéticos por intentar reducir una edad del todo irreducible.

Luego está la frase recurrente “en una posguerra no hay gordos”. Tampoco hay comida; ni depresiones, porque se añadían al agua los sobres de litines, un componente del litio, el antidepresivo más poderoso de la naturaleza.

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