Weyes Blood, un resplandor mágico en Apolo

Crítica de 'And in the darkness, hearts aglow', de Weyes Blood

Concierto de Weyes Blood

Concierto de Weyes Blood / Ana Puit

Jordi Bianciotto

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Si hay talentos que pueden sonar a la vez antiguos y ultramodernos, de ayer, hoy y siempre, Weyes Blood figura entre ellos. Su último álbum, 'And in the darkness, hearts aglow', da nuevas alas a su voz con vibraciones de otro tiempo (el 'soft-rock' californiano de los 70) y a sus catedrales art-pop de altos torreones. Y, por si fuera poco, en escena Natalie Laura Mering es una presencia con resplandor, como dejó claro este martes en Apolo.

Aunque sus nuevas canciones desprendan cierta angustia existencial, Weyes Blood es capaz de transformar la inquietud en belleza y hacerlo sin recurrir al oscurantismo. Temas como el que, abrió la noche, 'It's just me, it's everybody', deslizan versos sombríos ("todos nos hemos convertido en extraños, incluso para nosotros mismos"), pero ella está aquí para susurrarnos con su voz cálida que todos estamos juntos en esto. Anhelo de armonía cósmica, y un mágico guardarropa: vestido de larga capa, brillos de purpurina, más hada que bruja (invitando a evocar la primera Kate Bush). Candelabros y telarañas cayendo de los altavoces. Era la noche de eso que llaman Halloween, claro. "Mi fiesta favorita".

Con vistas al cosmos

Fue uno de esos conciertos en que nadie dice ni mu, donde tan solo los aullidos de placer al reconocer cada canción quiebran el estado de boquiabierta comunión. Piezas de serpenteantes recorridos melódicos, que amansan y conectan con algún claroscuro del alma. Ella y sus cuatro músicos se esmeraron en levantar construcciones como 'Andromeda', canto universal del que sigue siendo su mejor álbum, 'Titanic rising' (2019). De ahí salió también el momento más pop y más trotón de la noche, esa cavilación sobre las relaciones a estas alturas del siglo llamada 'Everyday'. Tema que defendió sentada al teclado, y cuyos "papapás" desataron emociones contenidas en la pista (sobre la que cayó una lluvia de globos).

Sí, Weyes Blood no es solo una rata de estudio y una obsesiva 'singer-songwriter'; también la figura de escenario que danza en 'Twin flame', entre la penumbra, que estimula la fantasía y juega con luces y espacios. Así fue hasta la irrealidad celestial de 'Hearts aglow' y 'Movies', y un bis que, a través de 'A lot is gonna change', nos trajo a la Weyes Blood trovadora acústica a lomos de 'Picture me better'. Pieza dolorosa, con el suicidio como trasfondo, en la que dijo estar "esperando por algo que tenga sentido".

Sus conciertos lo tienen. También el de la telonera de la noche, Vagabon, neoyorkina nacida en Camerún, aunque cante a temáticas que hoy ya suenan a cliché: vulnerabilidad, empatía, etcétera. Pero hay sentido de la aventura en ese cancionero con perfiles synth-pop y derivas bailables, que desplegó a solas, alternando teclados y guitarra eléctrica, y despertando las ganas de profundizar en su recién publicado 'Sorry I haven’t call'.