Crítica de 'El exorcista: Creyente': una continuación para el olvido

David Gordon Green es muy osado. Se atrevió a reinterpretar 'La noche de Halloween' (1978) con resultados irregulares y ahora hace lo mismo con 'El exorcista' (1973) y muchísima peor suerte. Quizá no haya que pedirle al remedo la excelencia de su modelo, aun menos si la obra original es una de las mejores películas de la historia. Pero sí debería ser condición un mínimo de compromiso. David Gordon Green no es un novato en el terreno. Sabe de cine de terror, sabe perfectamente lo que es 'El exorcista' y sabe rodar. Pero aquí lo ha infravalorado todo: el material de origen, la oportunidad de actualizar la película de William Friedkin e incluso sus recursos como director.

'El exorcista: Creyente' es consistente a nivel formal (aunque escasee en ideas de dirección) y, cosa que curiosamente comparten todos los derivados del clásico, tiene algún momento puntual inspirado y, quizá por contagio de la fuente original, perturbador (la entrada de la niña en la iglesia). Pero es insuficiente. El relato se mueve entre lo intercambiable y el embrollo. Las escenas de terror navegan entre la falta de originalidad y una aparatosidad que no pocas veces cae en lo grotesco. Y, más aún por contraste con lo moderna que era la película de Friedkin, 'El exorcista: Creyent'e es una película preocupantemente conservadora. Sobre la aparición de Ellen Burstyn (su presencia sigue siendo imponente), la alegría inicial se transforma en escalofrío al ver cómo lidia, cincuenta años después, con un material que no se la merece.