Escritores con equipaje

12 hoteles literarios: de cómo el habitat hostelero condicionó la escritura de los autores

hotel pera

hotel pera / Steve Outram

Elena Hevia

Elena Hevia

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Son lugares con historia en los que todavía es posible alojarse, aunque algunos de ellos a precios astronómicos, y que desafían el paso del tiempo exhibiendo orgullosos en su libro de registros el nombre de los grandes autores de la literatura. Los hoteles han sido escenario de novelas, de momentos significativos en la vida (y también en la muerte) de los autores, de sus miserias y sus aspiraciones. Aquí seleccionamos una docena de ellos. 

Panorama del Paseo Marítimo de Alejandría, desde una de las ventanas del Cecil Hotel.

Panorama del Paseo Marítimo de Alejandría, desde una de las ventanas del Cecil Hotel. /

Cecil Hotel. Alejandría

Cecil Hotel. Alejandría

Poco queda del viejo encanto de la cosmopolita Alejandría que Lawrence Durrell, quien trabajó allí entre 1941 y 1945 como agregado de prensa en la embajada británica, dejó atrapado en su célebre ‘Cuarteto’ como una gota de ámbar. Sin embargo, el Cecil Hotel, uno de sus escenarios, sigue en pie en su enclave privilegiado junto a la ‘corniche’. Puede que su fachada neoasiria no reluzca como antaño y que el gran espejo del hall en el que se reflejaba la seductora y un punto perturbada Justine, donde el protagonista la vio por primera vez, tenga hoy desconchones pero ahí sigue como testigo ajado y orgulloso de su pasado literario. 

Una imagen de principo de los 70 del Hotel Continental, donde se alojó George Orwell.

Una imagen de principo de los 70 del Hotel Continental, donde se alojó George Orwell. /

Hotel Continental. Barcelona

Hotel Continental. Barcelona

Aunque otros hoteles históricos barceloneses, como el Majestic (donde se alojó García Lorca durante cuatro meses) o el Oriente (en el que residió Hans Christian Andersen a finales del XIX) se disputaran el honor de ser el hotel literario en la ciudad, la estancia de George Orwell en el Continental merece capítulo aparte. Desde el número 138 de las Ramblas donde sigue estando el hotel, el autor británico fue testigo de todos los desmanes de la guerra civil y escribió allí su ‘Homenaje a Cataluña’ mientras se codeaba con periodistas extranjeros, agentes comunistas con revolver y granadas de mano, burgueses simpatizantes de los fascistas, camioneros y heridos de las brigadas internacionales.  

Fachada del reconstruido Hotel Adlon, escenario de la novela 'Gran Hotel'.

Fachada del reconstruido Hotel Adlon, escenario de la novela 'Gran Hotel'. /

Hotel Adlon. Berlín

Hotel Adlon. Berlín

El hotel que se levanta orgulloso en el cruce de la Wilhemstrasse y de Unter den Linden es en realidad una reconstrucción del que en 1945 sufrió un incendio y fue demolido en los 80 después de que las autoridades de la RDA lo dejaran caer en el abandono. Vuelto a construir tras la unificación, tiene el privilegio de protagonizar una novela, ‘Gran Hotel’ (1929) de la por entonces superventas Vicky Baum, que refleja el ambiente cosmopolita del momento cuando era frecuentado por políticos, estrellas de cine y artistas de todo pelaje. Exactamente lo que reflejó su adaptación cinematográfica en la que brilló la divina Greta Garbo. En el Adlon se alojaba también uno de los amantes de Sally Bowles (Liza Minelli en ‘Cabaret’) en la novela ‘Adiós a Berlín’ de Christopher Isherwood. 

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Pera Palas. Estambul

Pera Palas. Estambul

El huésped más publicitado entre los famosos que frecuentaron el Pera Palas fue Agatha Christie, de quien se dice que escribió allí buena parte de ‘Asesinato en el Orient Express’. El hotel, en cuyo 'hall' podría entrar hoy la escritora sin notar apenas el paso del tiempo, encierra un enigma sin resolver. En 1979 la más famosa médium de Hollywood aseguró haberse puesto en contacto con la autora fallecida tres años antes y haber recibido el mensaje de que la clave del misterio de la desaparición de Christie durante unos días en 1926 se encontraba en la habitación 411, la que habitualmente ocupaba. En el sitio indicado apareció una llave oxidada que no arrojó la menor luz sobre el caso y que todavía descansa en la caja fuerte de un banco.

Vista del Hotel San Doménico en Taormina, con el Etna al fondo.

Vista del Hotel San Domenico en Taormina, con el Etna al fondo. /

San Domenico. Taormina

San Domenico. Taormina

Para el siglo XXI, el San Domenico, antiguo convento y uno de los más hermosos y mejor situados del mundo, es el hotel de ensueño donde se rodó la segunda temporada de ‘The White Lotus’. Para el amante de la literatura del XX fue el lugar donde en 1950 coincidieron el trío gay formado por Truman Capote, Jean Cocteau y André Gide. El norteamericano fue testigo del encuentro de los dos grandes autores franceses que se odiaban profundamente y lo demostraron a placer en un momento de alto voltaje en el que Gide mandó callar a Cocteau invitándole mirar el sobrecogedor paisaje de los acantilados con el perfil del Etna a lo lejos.

Mamounian

Salón de té, de La Mamounia de Marrakech. /

La Mamounia. Marrakech

La Mamounia. Marrakech

El mayestático hotel de Marrakech alardea sobre todo de haber tenido a Winston Churchill entre sus huéspedes habituales pero no de los numerosos escritores que pernoctaron en sus señoriales habitaciones, aunque no hay que olvidar que a Churchill le dieron el premio Nobel de Literatura por sus discursos y sus trabajos de historia. Paul Bowles lo evocó en sus ‘Memorias de un nómada’, aunque el prefiriese el menos ostentoso ‘El Minzah’ de Tanger y autores como Somerset Maugham, Julien Green, Ernest Hemingway, Marguerite Yourcenar, Joseph Kessel y William Burroughs se pasearon por sus salas moriscas. 

Fachada del Hotel Savoy de Londres, donde se amaron Oscar Wilde y Bosie. 

Fachada del Hotel Savoy de Londres, donde se amaron Oscar Wilde y Bosie.  /

Hotel Savoy. Londres

Hotel Savoy. Londres

En este legendario establecimiento, el primer hotel de lujo de Gran Bretaña que introdujo instalación eléctrica y baño en la habitación, tuvieron lugar algunos encuentros entre Oscar Wilde y su joven amante, Alfred ‘Bosie’ Douglas. El padre, empeñado en demostrar cómo su hijo había sido seducido por un ‘pervertido’, pagó a las camareras del hotel para que testificaran en contra de la pareja en el juicio que llevó al escritor a la cárcel de Reading. Los más mínimos detalles, incluidas las manchas de esperma en las finas sábanas del alojamiento, fueron aireadas por la prensa. 

Chelsea

Fachada del Chelsea Hotel, Camelot de la bohemia neoyorquina. /

Chelsea Hotel. Nueva York

Chelsea Hotel. Nueva York

Con el permiso del Plaza (donde Truman Capote convocó su fiesta en blanco y negro) y del Algonquin (donde reinó Dorothy Parker), el Chelsea es un monumento, a la vez techo y psiquiátrico, a la cultura bohemia. Al margen del célebre asesinato de Sid Vicious a su novia, Nancy, se diría que está especializado en la muerte de escritores célebres y alcoholizados, como Dylan Thomas, Brendan Behan y O. Henry (se alojaba cada vez bajo un nombre distinto). Allen Ginsberg también se destruyó bastante aquí, así como Tennesse Williams. En él pernoctaron y se inspiraron Mark Twain, Thomas Wolfe, Arthur C. Clarke (en la habitación 1008 escribió ‘2001’) y, por supuesto, Leonard Cohen que definió el establecimiento como un lugar donde te podías llevar a tu habitación a “un enano, un oso y a cuatro damas sin que a nadie le importe” y rememoró en una canción su encuentro allí con Janis Joplin. 

El bar del Hotel Ritz que Hemingway liberó y ahora lleva su nombre.

El bar del Hotel Ritz que Hemingway liberó y ahora lleva su nombre. /

Ritz. París

Ritz. París

Es difícil elegir un solo establecimiento en París. En el Meurice se alojaron Tolstoi (muy a disgusto porque de las 38 parejas alojadas, 19 eran adúlteras) y más sastisfactoriamente, Dalí. En el Crillon, Arthur Conan Doyle, Louis-Ferdinand Céline y Colette, entre muchos otros. Pero ninguno iguala la leyenda de Hemingway y el bar Ritz, que hoy lleva su nombre el autor que según su propio relato ‘liberó’ tras haber participado en el desembarco de Normandia, desde un cómodo puesto de observación. Al llegar al hotel con un fusil ametralladora anunció al director que venía a liberar el local. “Lo siento señor, hace horas que los alemanes se han marchado y no le puedo dejar pasar armado”, respondió este. Tras desprenderse del arma, el autor de ‘El viejo y el mar’ dejó sin pagar 51 dry martinis. 

Fachada del viejo hotel colonial Raffles de Singapur.

Fachada del viejo hotel colonial Raffles de Singapur, nido de escritores viajeros. /

Raffles. Singapur

Raffles. Singapur

La plana mayor de los escritores viajeros y aventureros durmieron en el más exótico y glamuroso de los hoteles. Kipling (en la habitación 107), Conrad (en la 119), Hermann Hesse (112), Malraux (116), Somerset Maugham (120), Noel Coward (121). Para Maugham, con desdén colonizador, el lugar “resumía todos los mitos del sudeste asiático”. Conrad, que fue uno de los primeros en hospedarse en el local, escribió allí buena parte de ‘Tifón’ y entre sus muros imaginó al desgraciado héroe de su novela ‘Lord Jim’. Además su bar es el único sitio en Singapur -donde arrojar cualquier cosa a la calle está penado con una multa de 2.000 dólares- en el que no solo se puede sino que se te obliga a ello, tirar las cáscaras de los cacahuetes al suelo. 

Un aspecto del Hotel Roma, en Turín, donde Cesare Pavese acabó con su vida.

Un aspecto del Hotel Roma, en Turín, donde Cesare Pavese acabó con su vida. /

Hotel Roma. Turín

Hotel Roma. Turín

El capítulo de escritores fallecidos en hoteles tiene su culminación en la muerte de Cesare Pavese, resistente antifascista y una de las conciencias intelectuales de Italia. Hipersensible, solía coquetear con quitarse la vida al menos dos veces al año. En marzo de 1950 escribe que si uno se mata no es por amor a una mujer: “uno se mata porque un amor, cualquier amor, nos revela nuestra miseria, nuestro estado desarmado, nuestra desnudez”. Seis meses después con 42 años se toma un cóctel letal de barbitúricos en la habitación 346 de este céntrico y nada lujoso hotel turinés. En recepción había exigido contar con un teléfono. Se dice que hizo cuatros llamadas antes de morir, pero nadie le contestó. 

Habitación del Hotel Danieli, donde se alojó Proust las dos veces que fue a Venecia.

Habitación del Hotel Danieli, donde se alojó Proust las dos veces que fue a Venecia. /

Hotel Danieli. Venecia

Hotel Danieli. Venecia

Ejemplo del lujo y la exquisitez más extrema, el Danieli, un capricho que el multimillonario Bill Gates se compró el año pasado, fue el hábitat natural de autores adinerados del XIX como Goethe, Lord Byron, Balzac, Dickens o George Sand (que vivió aquí un tórrido romance de Alfred de Musset) pero se le recuerda especialmente por la visita que Marcel Proust hizo en 1900 a la ciudad de los canales junto a su madre y su amante, Reynaldo Hahn. El objetivo era visitar los lugares de los que hablaba su admirado y recientemente fallecido John Ruskin, en ‘Las piedras de Venecia’, que él mismo había traducido. Aunque Proust estuvo mucho más vinculado al Ritz de París, fue aquí donde cristalizó su ideal de belleza.