Rescate editorial

Vuelve el 'best seller' carcelario que escandalizó a la España del tardofranquismo

La editorial Colectivo Bruxista recupera 'Carne apaleada', la novela autobiográfica de Inés Palou que retrató la vida en las prisiones de mujeres en los últimos años de la dictadura

'Carne apaleada'

'Carne apaleada' / EPC

Rafael Tapounet

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“Le sirvo en bandeja de plata el éxito para el próximo Planeta”. Eso decía la nota que Inés Palou Ros envió al editor José Manuel Lara poco antes de arrojarse a la vía del tren en Gelida un día de septiembre de 1975, mientras Franco agonizaba. La segunda novela de Palou, ‘Operación Dulce’, era una de las que optaban al Premio Planeta de aquel año. En la votación final quedó tercera, por detrás de ‘La gangrena’, de Mercedes Salisachs, y de ‘El pájaro africano’, de Víctor Alba. Aun así, Lara decidió publicarla, espoleado por el reclamo publicitario del dramático suicidio de la autora y por las buenas ventas que había cosechado el primer libro de Palou, un insólito volumen de memorias carcelarias titulado ‘Carne apaleada’ que escandalizó a la España de la época, fue olvidado con el tiempo y acaba de ser recuperado por la intrépida editorial Colectivo Bruxista.

Lo que convierte a ‘Carne apaleada’ en una novela única casi medio siglo después de su aparición es su condición de retrato crudo de la vida en las cárceles de mujeres durante el franquismo escrito en primera persona por una presa común. Más allá de rebautizarse en el libro como Berta Costaleda, Inés Palou apenas se molestó en camuflar que todo lo que se relata en ‘Carne apaleada’ se corresponde al milímetro con su propio itinerario personal, desde que en mayo de 1968 ingresó por primera vez en prisión hasta que, una vez recobrada la libertad, se hundió bajo el peso de una relación catastrófica con una mujer mucho más joven a la que había conocido en la cárcel de Lleida.

Flores a Alfonso XIII

Nacida en 1923, Inés Palou pertenecía a una familia distinguida de Agramunt. Con siete años, fue la niña elegida para entregar un ramo de flores a Alfonso XIII durante una visita del rey a la localidad (la foto apareció en la portada de ‘La Vanguardia’). Más adelante, estudió Comercio y Peritaje Mercantil y entró a trabajar en una fábrica de harinas. Una serie de irregularidades en la contabilidad de la empresa provocaron una denuncia por desfalco y un litigio de siete años que desembocaron en la detención, primero, y la condena, después, de Palou por fraude y apropiación indebida.

Inés Palou, en la única imagen que se conserva de ella.

Inés Palou, en la única imagen que se conserva de ella. / Colectivo Bruxista

En ‘Carne apaleada’, la autora incluye un pasaje autoexculpatorio referido a ese primer delito, del que se declara inocente. Después vinieron otros –pequeñas estafas, pagos con cheques sin fondos…-, y ahí sí que no tiene reparo en admitir su culpa, aunque los atribuye a la transformación que experimentó en la cárcel tras sufrir una cadena de humillaciones. “Hay quien digiere la tragedia y la convierte en comedia –escribe-. Pero hay quien no logra vencer la nueva situación, no consigue superar esa situación límite y rompe las barreras de la contención. Entonces el delincuente –que nunca nace, sino que se hace- empieza a formarse”.

Un mundo nuevo

En su periplo taleguero, Inés/Berta, una mujer de mediana edad y clase acomodada de un pueblo de provincias, va recalando en diversas cárceles españolas y allí convive con asesinas, prostitutas, atracadoras, comunistas, ladronas, drogadictas, adúlteras, hippies, aborteras, terroristas y mujeres condenadas por abandono del hogar. Todas ellas aparecen retratadas en la novela con una mezcla de afecto y perplejidad. Entre los muros de la prisión se despliega ante los ojos de la autora un mundo que el franquismo se había encargado de mantener oculto. El descubrimiento más determinante, en cualquier caso, se llama Senta y es una mujer rubia y delgada de 25 años, madre soltera, lesbiana, que cumple condena por haber estrangulado a su amante.

Portada de la nueva edición de 'Carne apaleada'.

Portada de la nueva edición de 'Carne apaleada'. / Colectivo Bruxista

“Nunca había querido a nadie de manera absoluta. Ahora sí. Ahora notaba que dentro de mí existía una tormenta, un viento irrespirable que me movería a arrastrar todo cuanto se opusiera a su paso”. El amor que Inés siente por Senta no solo dinamita todo su sistema de valores anterior sino que pone patas arriba también su vida futura. Alejada de Senta, la adaptación a la vida en libertad es una quimera y la autora se ve abocada a una espiral de autodestrucción –“un continuo INRI de carne crucificada”- que acaba provocando el suicidio de su padre y un nuevo ingreso en prisión.

"Vomitar la vergüenza"

Cuando Inés Palou escribió ‘Carne apaleada’, era una mujer “sin norte ni calendario” consumida por una pasión imposible. Completó la novela en solo 25 días, aguijoneada por la promesa de un anticipo que le había hecho José Manuel Lara. Según explicó en una entrevista en RNE, el propósito de estas memorias, además de ganar algún dinero, era “vomitar toda la vergüenza interior para poder empezar de cero”. No lo logró. Su segundo libro, ‘Operación Dulce’, narra la historia de un atraco a mano armada a partir del relato que le hizo una reclusa a la que había conocido en el penal de Carabanchel. Nunca quedó claro si Palou presentó la novela al Planeta con la pretensión de destinar el dinero del premio a la educación de la hija de Senta o a pagar abogados para intentar eludir una nueva entrada en la cárcel. En cualquier caso, ella no se quedó a esperar el fallo del jurado.

‘Operación Dulce’ tuvo unas ventas muy decentes, aunque no superó el impacto de ‘Carne apaleada’. El éxito de esta última se vio además reeditado y magnificado gracias a la adaptación al cine que en 1978 dirigió Javier Aguirre con un fenomenal reparto encabezado por Esperanza Roy (Berta) y Bárbara Rey (Senta). Pero la sombra de la película, que, como apunta Alejandro Alvarfer, editor de Colectivo Bruxista, “enfoca la historia desde el punto de vista ‘sexploitation’ propio de la época del destape”, acabó eclipsando a un libro que “es mucho más que eso”. Un testimonio vívido y revelador cuyo rescate, en estos días de desmemoria histórica y exaltación del pasado, se antoja inquietantemente oportuno.

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