Discos de la semana

Sigur Rós, un refugio ante la amenaza de catástrofe

El grupo islandés responde a las inclemencias globales con ‘Átta’, un álbum poderoso y delicado, purificador y orquestal, con el que rompe un vacío de 10 años

Los nuevos elepés de Jason Isbell & The 400 Unit, Ben Folds y Pedro Martins, también reseñados

Sigur Rós

Sigur Rós / Tim Dunk

Rafael Tapounet
Jordi Bianciotto
Roger Roca
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Músicas reconfortantes contra el ruido del mundo, balsámicas, acogedoras, para imbuirnos de ellas desde nuestro iglú. Las inclemencias globales (pandemia, guerras, crisis climática) se funden ahora en la agenda de muchos creadores, y no sorprende que envuelvan por completo la nueva obra de un grupo tan asociado a la poesía de la naturaleza como Sigur Rós. De ahí sale el disco que, con relativa sorpresa (sabíamos que estaba a punto, solo faltaba precisar el día), puso este viernes en circulación.

Su título, ‘Átta’ (ocho en islandés, alusión a que es su octavo disco), transmite un distanciamiento aséptico, en línea con la sensación de desamparo que flota en sus diez composiciones. Esta vez, Sigur Rós ha tenido tiempo para trabajar en el álbum, dada la década transcurrida desde su entrega anterior, ‘Kveikur’ (2013), si bien sus integrantes han reconocido que, en este largo período, manejaron otro proyecto discográfico que se vieron incapaces de culminar y que dejaron en el cajón. Ahí, ‘Átta’ viene después del borrón y cuenta nueva, y habiendo acogido, de vuelta a casa, a uno de los integrantes históricos, Kjartan Sveinsson.

Fusión total

Llama la atención que ‘Kveikur’, concebido en tiempos supuestamente menos inquietantes, resultara ser mucho más intimidante y atronador que este ‘Átta’, cuya primera clave es la mínima presencia de percusiones y el delicado empaque sinfónico de la London Contemporary Orchestra, con dirección de Robert Ames. Este es su álbum más paisajístico, etéreo y propicio al recogimiento mental, y se asienta en una fusión quirúrgica del instrumental de la banda (no solo electrónico: banjos, metalófonos, pianos de juguete) y los efectivos orquestales. Todo confluye en una marejada que se abre paso a través de artefactos como ‘Blóðberg’, tema que alude a las plantas medicinales y cuyo vídeo es quizá el más siniestro de la banda: imágenes de la tierra en un estado terminal, con arbustos deshidratados y cuerpos inertes amontonados.

Pero Sigur Rós no está tanto aquí para hundirnos sino para darnos esperanza, y la voz de Jón Birgisson es portadora de consuelo y sentimiento, enfrentándose a horizontes infinitos y cabalgando sobre esa percusión ‘minimal’ que conecta con los latidos del corazón. Temas de títulos nucleares: ‘Skel’ significa cáscara; ‘Klettur’, roca. Y un canto purificador en ‘Ylur’ (cálido), buscando la redención y el resquicio de luz hasta esa conclusión llamada ‘8’, que en sus casi diez minutos parece dejar la puerta abierta con su lánguido fundido a negro.

Culmina un ciclo de músicas inmersivas, quizá demasiado esteticistas para ciertas sensibilidades, pero que desarrollan de un modo distintivo los altos ideales de belleza esgrimidos por Sigur Rós. Podremos constatarlo en el concierto (sin orquesta) que ofrecerá el 7 de julio en el Cruïlla. Jordi Bianciotto

Otros discos de la semana

El octavo elepé de Isbell desde que en 2007 abandonó a los Drive-By Truckers confirma al músico de Alabama como uno de los pilares del sonido Americana actual; un cantautor especialmente dotado para atrapar en canciones de sonido robusto pero emocionante las vidas y contradicciones de la clase trabajadora sureña, en la tradición de John Prine, de Townes van Zandt y de un Bruce Springsteen al que en este disco se acerca más que nunca. Rafael Tapounet

Ocho años después de su última señal, en un formato de cámara (‘So there’), y algunas maniobras orquestales después, el extimonel de Ben Folds Five recupera su pulsión de ‘piano man’ con instinto para el refinamiento pop y los textos no exentos de observaciones punzantes. Un cancionero exquisito, donde rinde honores a los héroes anónimos valiéndose de arpegios con ángel y dinámicas con músculo, para alinear sin complejos en la estela de un Wilson o un Costello. J. B.

En un mundo que es como una gran habitación compartida en la que estamos todos apiñados y con un móvil en la mano, ¿importa el origen? Si eres Pedro Martins, importa. El joven artista de Brasilia, guitarrista prodigioso, hijo de la cultura en modo 'scroll' -ahora esto, ahora lo otro-, cómodo en lo extraño, hace canciones de alma pop, sonido 'lo-fi' y mucho intríngulis formal. En 'Rádio Mistério' colaboran raros del jazz como Thundercat y JD Beck, su mentor Kurt Rosenwinkel y, ojo, Eric Clapton (!). Pero todo está impregnado de un carácter inequívocamente brasileño, relajado y ensoñado. Lo universal y lo local de la mano en pop global, millennial y con saudade. Roger Roca