Crítica de música

La OBC toca el cielo con Ravel y Mahler

El conjunto despidió entre ovaciones el último programa de su temporada en un Auditori lleno de un público vibrante y cariñoso

Juan Manuel Gómez, trompa, y Ludovic Morlot, en el podio, con la OBC en el Auditori

Juan Manuel Gómez, trompa, y Ludovic Morlot, en el podio, con la OBC en el Auditori / May Zircus

Pablo Meléndez-Haddad

Pablo Meléndez-Haddad

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Con una ovación con vítores, al estilo de los conciertos de pop y rock, finalizó el viernes el primero de los tres conciertos que este fin de semana marcaban el adiós a la temporada en el Auditori de la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC). Casi 6.000 personas disfrutarán de un programa en el que, gracias a dos grandes obras maestras, el conjunto catalán ha podido fardar de solistas extraordinarios guiados por su director titular.

Ludovic Morlot es un especialista en Ravel, y en esta etapa francófila de la orquesta abrir el fuego con ‘Le Tombeau de Couperin’ (1919) tenía todo el sentido. Pero estos antecedentes podían transformarse en un arma de doble filo: si el maestro es un raveliano declarado, la verdad es que se esperaba una interpretación referencial, mucho más de lo que se ofreció en esta ‘suite’ que Ravel imaginara en homenaje al célebre compositor barroco, especialmente en los movimientos más ágiles y contrastados, porque en los lentos y contemplativos la verdad es que todo estuvo en su sitio, con adecuados claroscuros y transparencia. Cuando había que correr, en cambio, el maestro no siempre consiguió cuadrar el resultado, tal y como sucedió ya en la ‘Forlanele’, a la que definitivamente le faltó un hervor, con muchas inseguridades en las cuerdas, ya fuera en el ataque o en el final de las frases. El sonido y los colores, en todo caso, resultaron muy en estilo y plenamente convincentes –como en el ‘Menuet’, por ejemplo–, pero, ante el giro raveliano del conjunto, se esperaba casi que se tocara la perfección. Más todavía si se ha anunciado que Morlot llevará al estudio a la OBC para revisar parte importante de la obra del compositor francés.

Con Gustav Mahler llegaron los efectos especiales. Sin duda, de la mano de su siempre espectacular ‘Sinfonía N° 5 en Do sostenido mayor’ (1902), la OBC recorrió caminos de gloria. Acción de conjunto precisa, adecuados ‘tempi’ (nada de lacrimógenos efectos en el ‘Adagietto - Sehr langsam’) y una prestación maravillosa de los profesores transformó esta ‘Quinta’ de Mahler en un punto final de lujo. Ovacionada, la solita de trompeta, Mireia Farrés, se mostró siempre flexible, con un fraseo de virtuosa, mientras que, especialmente en el ‘Scherzo - Kräftig, nicht zu schnell’, Juan Manuel Gómez, el trompa solista, se mostraba simplemente maravilloso (por algo recientemente se lo llevaron de gira los Filarmónicos de Berlín). A la fiesta se unieron la tuba, los trombones, las flautas, la cuerda grave... Una orquesta que nuevamente se ha ido consolidando como un orgullo de la ciudad de Barcelona y de toda Catalunya.